Creo haber expresado ya por aquí que las matemáticas y yo no nos llevamos bien. Para mí, ella es como una gran señorona, vieja, fea y solterona, que sólo puede expresarse en el abstruso y frío código de los números (me resisto a llamarlo "lenguaje"). No importa que haya venido un Adrián Paenza a demostrar lo contrario ni que haya existido un Bertrand Russell ni que, siquiera, un poeta de la magnitud de Rimbaud le haya dedicado algunos versos. Nuestra relación ha sido siempre distante y hostil: yo no me la banco y ella nunca ha hecho nada para evitar eso.
Sin embargo, las peripecias virtuales por las que, gracias a San Google, me arrastra este blog han venido a cambiar un poco el cariz de esta siempre distante y evasiva relación. Oh, las curvas, las benditas curvas, han obrado el milagro de que la matemática y yo no nos miremos tan feo últimamente. Mejor dicho, de que yo la mire con un poco más de simpatía, pues no creo que ella me haya mirado a mí nunca.
Véase si no el siguiente párrafo, encontrado gracias a una alerta googlesca:
La cicloide es la curva generada por un punto fijo de una circunferencia que rueda uniformemente y sin deslizamiento sobre una línea recta.
La cicloide fue estudiada por primera vez por Nicolás de Cusa y, posteriormente, por Mersenne (monje, amigo de Descartes). Galileo en el año 1599 estudió la curva y fue el primero en darle el nombre con la que la conocemos. Algunos años después, en 1634, G. P. de Roberval mostró que el área de la región de un bucle de cicloide era tres veces el área correspondiente a la circunferencia que la genera. En 1658, Christopher Wren demostró que la longitud de la cicloide es igual a cuatro veces el diámetro de la circunferencia generatriz.
El gran interés suscitado por esta curva proviene de las curiosas características que posee. Aparte de los cálculos ya mencionados, la cicloide tiene dos propiedades realmente interesantes y que, en cierto modo, atentan contra nuestra intuición. Concretamente son su condición de braquistócrona y su condición de tautócrona.
El gran interés suscitado por esta curva proviene de las curiosas características que posee. Aparte de los cálculos ya mencionados, la cicloide tiene dos propiedades realmente interesantes y que, en cierto modo, atentan contra nuestra intuición. Concretamente son su condición de braquistócrona y su condición de tautócrona.
Aquí, el post completo.
Desde luego no es la curiosidad matemática la que me seduce si no las palabras: "cicloide", "bucle", "circunferencia generatriz" y esas dos gemas del final: "braquistócrona" y "tautócrona". Yendo a Wikipedia, por la entrada referida a las cicloides, encontramos más delicias lingüísticas: "trocoides", "epiciclo", "hipocicloide", "isócrono", "abcisas", "problema tautócrono"... ¿no es un festival de sonidos en vuestros oídos?
Pero hay más: estas dichosas curvas, las cicloides, levantaron tanta polvareda entre los matemáticos que fueron llamadas "las Helenas de los geómetras", en obvia referencia a Helena de Troya, prendida de Paris, por supuesto.
Qué suerte que aun en medio del caos más alucinante, del Mundial y de la mar en coche haya cosas, tan pequeñas y triviales como éstas, que me siguen asombrando. ¿Qué sería de nosotros sin el asombro, sin la duda, sin la más ingenua y gratificante perplejidad?
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