Las curvas están agotadas. Su agotamiento no es físico, desde luego, si no mental. Esa dichosa mente no para de dar vueltas y vueltas sobre un millón coma treinta y cinco mil asuntos diferentes por segundo. Pero últimamente, hay un asunto que sobresale por encima del resto y confunde aún más a las curvilíneas curvas. Un asunto importante, no diría yo de vida o muerte, pero sí trascendental. Las curvas deben abandonar la casa paterna.
Nadie las ha obligado a semejante paso, necesario en la vida de todos los seres humanos, como es sabido. Ellas mismas se han decidido luego de muchos dimes y diretes. Pero, ay. Como siempre, el miedo acecha y convierte un hecho trascendental y jubiloso en una tragedia de proporciones bíblicas. Algo así como el apocalipsis, la guerra nuclear, la fin del mundo todo junto. Tonta Chica Rumiante que no ve la oportunidad en las crisis. Tonta, más que tonta, que no piensa en los nuevos comienzos que esto representa si no en penosos finales, en angustiantes clausuras y en deletéreos troceamientos de numerosas rutinas que ningún bien le hacen.
Como se dijo, nadie ha obligado a dar este paso a las siempre inquietas (y de tan inquietas, en muchos casos, inmóviles) curvas. Pero como ya tantas veces ha dicho lo mismo en términos más o menos parecidos, es lícito tener algún recelo y no creerle demasiado. Es como el cuento de Juanito y el lobo. Cuando el lobo de verdad aparece, nadie le cree al pobre Juanito, primer escritor de la humanidad (o de la literatura europea), primer desdichado que se animó a jugar con la imaginación, la ficción, la creación de mundos paralelos, véase Nabokov. Oh, sí, las curvas vienen amagando con esto desde el 2007 aproximadamente. Y siempre se las arreglaron para encontrar una excusa que les permitieran seguir quedándose donde están. No vamos a ser tan malos de enumerarlas aquí, ya no importan. Hay que empezar a desbaratar su increíble habilidad para encontrar excusas, o bien sugerirle, con amabilidad pero con firmeza, que use esa capacidad donde mejor se aplique, por ejemplo en su narrativa. Digo, como para que no se siga arruinando la vida o perdiendo tan alegremente el tiempo. Tempus fugit, Chica Rumiante... Y se va y no vuelve, por más que quieras, no, no vuelve.
Entonces, tratemos de ayudarla con estas líneas que, si en principio irónicas, quieren ser absolutamente transparentes para que ella pueda ver lo ridículo de su conducta. Ya es grande, hasta su propio padre de ella lo ha dicho. ¿Qué espera, pues? Ya sé. Es muy romántica, como ustedes ya saben. Sepamos comprender. En algún punto remoto de su ser, remoto pero decisivo, ella aún espera a su príncipe azul. Pero, como ya sabemos, el moroso y desteñido ya príncipe no va a llegar. Y si llegara a llegar, no tiene por qué rescatarla ni despertarla de su narcótico sueño como a Blancanieves ni raptarla de la torre más alta para llevarla a vivir a su modesto castillo... No, señor. No tiene ninguna obligación de eso. Hagámosle entender a esta chica que eso no va a suceder y que en los cuentos de hadas actuales la heroína se rescata a sí misma, se mantiene a sí misma y por las noches se abraza a sí misma o a su gato hasta tanto aparezca un candidato más o menos fiable. Y ni siquiera está estipulado que el candidato vaya efectivamente a aparecer. Pero pongamos. Como romántica incurable que es, nunca va a perder las esperanzas. Está bien. Pero no lo está si el precio es seguir en la incómoda (y supuesta) comodidad en la que permanece actualmente.
Dicho esto, comprendamos que en los próximos meses muchas cosas pueden cambiar por aquí y celebremos desde ya esos cambios. Afuera el miedo, los temores irracionales, las ansiedades por cosas que aún ni siquiera sucedieron. Fuera toda fobia y todo aquello que paralice u obstaculice esta decisión. No importa si se lleva a cabo en un mes o a fin de año o mañana mismo, mientras la decisión siga firme y la señorita de las curvas voluptuosas haga cosas que respondan a ella. Aunque sean pequeñas, incluso insignificantes, aunque otros le puedan decir que haga esto o aquello, que por qué mejor no va aquí o allá... Tranquilos. La Chica Rumiante tiene ascendente en Tauro, signo que se caracteriza por una terquedad a prueba de balas. No la hagáis empacar. Dejadla que vaya a su aire, está empezando a andar, mejor no frenarla ahora.
Entonces, empecemos a celebrar desde hoy mismo que haya cambios, nuevas rutinas, nuevas gentes y, sobre todo, nuevos paisajes, nuevos aires. Los actuales están ya demasiado viciados y se hace cada vez más dificultoso prosperar, no digamos ya respirar, en ellos.
Y, por último, Chica, ¿qué importa perder tales o cuales cosas si vas a ganar tu propia libertad?
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