Este blog era tan copado que todos los 24 de marzo yo escribía algo en él. Y no mis pavadas consuetudinarias, sino algo sobre el 24 de marzo. Y siempre remataba esos escritos (lo pueden ver) con poemas de Miguel Ángel Bustos, uno de los tantos poetas desaparecidos por la dictadura. Ya que he retomado la escritura de este blog, quizás muy lejos de sus lineamientos iniciales (pero qué importa), no quiero hoy faltar a esa costumbre de escribir sobre este día, a pesar de todos mis reparos. "Mis reparos": odio la política, odio lo que provoca, lo que está provocando, pero más odio la manipulación obscena y descarada que propician los medios de comunicación. No todos, digamos, ya saben cuál. Ese monstruo mediático que tiene nombre y apellido y que comenzó a transformarse en esto que es hoy día precisamente un 24 de marzo de 1976. Odio las discusiones estériles, las peleas inútiles, la confrontación imbécil y desbocada, odio que todo el tiempo estemos divididos por cualquier cantidad de pelotudeces que no es necesario nombrar siquiera (y que, si debemos hacer historia, vienen desde el siglo XIX, ufa). Y todavía odio más otra cosa, aún más grave: que no haya un partido político que me represente. No digamos ya que me guste o que pueda apoyar. No siento ni la más mínima representación de parte de nadie. Es una suerte de orfandad política que se traduce en un desamparo ideológico y existencial extremadamente fuerte. Y no soy la única y quienes debieran entenderlo y hacer algo al respecto no lo hacen (porque no les conviene, quizás).
Y entonces me alejo de las contiendas, no participo en discusiones políticas de ningún tipo, me encierro en mi biblioteca y mando todo a la mierda. Cuando alguien me pregunta qué pensamiento político tengo, socarronamente contesto que soy anarco-conservadora como Borges y listo. Las pocas veces que tuve algún intercambio de ideas fructífero en este sentido fue con una persona que quiero mucho y milita en un partido que está muy lejos (pero mucho) de representarme. Sacando esos intercambios, toda vez que se habla de estas cuestiones yo prefiero retirarme o, a lo sumo, contraargumentar con ejemplos literarios. Porque allí sí encuentro algo que me representa. Allí sí encuentro gente que pensó, que peleó, que creyó en algo hasta las últimas consecuencias y pagó con su vida por ello. Allí sí encuentro que muchas voces se levantaron para denunciar las calamidades, las atrocidades, los horrendos crímenes que se estaban cometiendo en todas partes, en todos los bandos. Allí sí encuentro la confrontación válida, los intercambios de ideas que pueden llevar a algún lado, las discusiones que no terminan con amistades de años sino que las afianzan. Allí sí hay pensamientos que vale la pena examinar, estudiar, comprender. Allí no hay la inmediatez asquerosa y opinante que propician las redes sociales, la contienda radicalizada ante cualquier atisbo de estar en contra de lo que se supone no hay que estar en contra, el desprecio acendrado por todo aquel que piense un milímetro distinto del pensamiento único. Habrá tropiezos, desde luego, habrá equivocaciones (los escritores también somos seres humanos), habrá acciones incluso sospechosas o directamente condenables, pero al menos se puede escuchar un argumento, una idea, una razón, una convicción y no la vaciedad parlanchina habitual.
Entonces, hoy apelaré al lugar más común de todos. En vez de coronar esta catarata de pensamientos con un poema de Miguel Ángel Bustos (pero no dejen de leerlo, aquí y donde lo encuentren, por favor), voy a coronarla con el escritor que para mí representa todo lo que he dicho más arriba. Es claro, es obvio, es él, nada más y nada menos:
"Imagino también un inventario de las cosas que quiero y las
cosas que odio: ya lo dije.
Las cosas que quiero: Lilia mis hijas el trabajo oscuro que hago los compañeros
el futuro los que no obedecen los que no se rinden los que piensan y forjan y
planean los que actúan el análisis claro la revelación de lo escondido el
método cotidiano la furia fría los títulos brillantes de mañana la alegría de
todos la alegría general que ha de venir un día la gente abrazándose la pareja
en su amor la esperanza insobornable la sumersión en los otros.
Las cosas que odio o que desprecio la traición la estupidez Frondizi la
televisión Jacobo los yanquis de la Esso o los ingleses de la Shell porque
estos hijos de puta son cuñas del mismo palo Bernardo Neustadt los mercenarios
los discursos de los generales las turritas y los pavos de la publicidad
oliendo a la colonia que mata los comunistas del partido los falsos profetas de
la izquierda acalambrada la camiseta peronista el bigote peronista el odio de
los oligarcas la cultura de La Prensa la senilidad de Borges la convicción de
Gleizer o de Aizcorbe los que matan a la gente los torturadores los farsantes
los radicales del pueblo sobre todo si son jóvenes y una lista inmensa inacabable
que se podría tratar de perfeccionar.
¿Qué hago yo con todo eso? Empiezo a juntarlo empiezo a
mirarlo empiezo a estudiarlo empiezo a ver si se deja escribir. Y si no se deja
mala suerte será como la primera nenita que no se dejó cuando yo tenía ocho años
y ella tal vez seis. Porque si no es sobre eso no vale la pena escribir sobre
nada."
Rodolfo Walsh, Diario, 14 de marzo de 1972.
1 comentario:
No nos conocemos, pero me atrevo a aconsejarte que no dejes de creer que, más allá de la necedad generalizada, hay personas que honran la política. A veces también hay que arremangarse y hacer uno el espacio que se está buscando, dentro de otro o fuera de todo. Un beso
Publicar un comentario