Un domingo perfectamente diseñado para la melancolía: nublado, pesado, gris, otoñal. La música perfecta para acompañarlo fue rescatada de una pila de CD, gracias a una circunstancia que primero pareció desafortunada y luego no lo fue: el viernes cuando creí que mi PC había capotado me di cuenta de que no tenía dónde escuchar música, a menos que desempolvara mi viejo equipo de música. Eso hice y luego de algunos tironeos, funcionó. Muchos CD ya no los lee o los lee a los saltos, pero hoy, maravillosamente, me dejó escuchar completo "Tuesday Wonderland", esa genialidad de EST. A diferencia de ayer, hoy no permanecí en piyamas y pantuflas sino que me levanté a media mañana, me duché escuchando EST, desayuné idem y decidí que a la tarde iba a realizar mi cita con el artista.
¿Qué cita? Y, sobre todo, ¿qué artista? Las citas con el artista son uno de los ejercicios básicos que plantea Julia Cameron en su libro-salvavidas El camino del artista. Creo que ya he hablado por aquí de este libro, al que recurro cada vez que la parálisis, el bloqueo, la depresión y el desánimo asoman su horrible cabezota. Las citas con el artista son díficiles de cumplir, aunque no se trata de ir a ver a ningún artista ni nada por el estilo. Se trata, pura y sencillamente, de ir a encontrarse con uno mismo y con aquello que más nos agrada. La cita con el artista que había planeado para hoy, en verdad, la tenía planeada hace como un año y medio o más, pero siempre me las ingenio para encontrar "razones" para evitarla (experta en excusas, podría ser un buen sobrenombre para mí). Hacía rato que quería ir al Museo de Ciencias Naturales sola. La última vez había ido con mi hada madrina y la vez anterior a esa había ido con mi padre.
Allí estaba el quid de la cuestión.
Cuando me vine a vivir sola, mis domingos (como todo lo demás, claro) cambiaron radicalmente. Antes eran una larga sucesión de horas diluídas en un pozo de gran aburrimiento, salvo aquellos domingos en los que decidía hacer algo (por ejemplo, trabajar con los ejercicios del camino del artista). En general, iba a comprar libros o al supermercado, casi siempre en compañía de mi padre. Eran unos momentos que yo odiaba intensamente porque sentía, con absoluta clarividencia (y cero acción), que la vida estaba en otra parte, que yo no tenía ya que estar allí ni hacer eso y que todo era una montaña inútil de preocupaciones y temores de la cual nunca podría deshacerme (a veces sentía cosas aún más desoladoras, pero tampoco hay que exagerar). Eran unos momentos por los cuales ahora daría cualquier cosa por revivir tan siquiera un minuto, porque el único lugar donde sigo viendo y haciendo cosas con mi padre es en los sueños. Y, por supuesto, hoy soñé con él.
Yo venía caminando por una avenida muy grande y arbolada, similar a las que hay en el bosque donde se emplaza el Museo, y él aparecía con su auto. Me preguntaba si iba para casa y si quería que me llevara. Yo le decía que sí, aunque en el fondo no tenía muchas ganas (como me pasaba siempre) y cuando iba a abrir la puerta para subir, él aceleraba porque de pronto la avenida se había llenado de autos impacientes que no paraban de tocar bocina, muy ofendidos, al parecer, por este reencuentro. Y cada vez que yo me acercaba al auto, él lo tenía que alejar y así hasta que se perdía a lo lejos por esa gran avenida arbolada. Nunca llegué a subirme al auto. Casi que no me importaba. Extrañamente, en el sueño eso no me angustiaba como me angustia ahora al recordarlo. ¡Ah, la mente y sus vericuetos...!
Imagen: Analía Pinto (2014) |
Imagen: Analía Pinto (2014) |
Entonces, no tuve ninguna duda de que hoy debía ir al Museo y hacer lo que siempre había tenido ganas de hacer: sacar fotos y pasear entre esas vitrinas llenas de fósiles, piedras, animales de lo más extraños y extasiarme, una vez más, frente a las mariposas, mis amadas y maravillosas mariposas, los únicos insectos que no me provocan asco sino la más absoluta fascinación y alegría cada vez que los veo.
Así fue como conjuré la melancolía de este domingo perfecto.
Imagen: Analía Pinto (2014) |
Imagen: Analía Pinto (2014) |
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