13 de junio de 2010

El día del escritor (un desvío biográfico-literario)

En general no suelo tratar estos temas por aquí pero hoy me parece una buena ocasión para recordar a la figura tan contradictoria que dio origen al "Día del Escritor" en Argentina. Cualquiera pensaría que el día del escritor en nuestro país debería surgir de nuestro escritor más famoso e insigne, es decir Borges, pero no. El día del escritor se celebra en el día del nacimiento de Leopoldo Lugones (1874-1938), al que se le deben muchas cosas, entre ellas la SADE, esa especie de museo viviente que ya lo era en tiempos de Roberto Arlt. También le debemos a Lugones la inserción (o quizás habría que decir imposición, pero bueno, no nos pongamos exquisitos) del Martín Fierro como el poema "fundante" de la argentinidad en el canon de la literatura nacional, a partir de sus conferencias en el Teatro Odeón recogidas luego en el tomo El payador (1916), verdadera operación política y cultural en momentos muy candentes para nuestro país. Lugones también engendró un hijo que fue jefe de policía y no dudó en inventar una de las cosas más nefastas que haya visto esta tierra, como la picana eléctrica. Lugones fue, como dijo Borges, "sucesivamente anarquista, socialista, elocuente partidario de los Aliados en aquella primera guerra civil europea que ahora llamamos la Primera Guerra Mundial, y predicó, al fin, la Hora de la Espada o sea el fascismo". Sí, todo eso fue Lugones y mucho más. 
Fue también un enorme poeta, capaz de algunas bellezas inigualables como las que dejaré más abajo y capaz también de algunos de los peores mamotretos de que se tenga memoria. A Lugones, como a muchos poetas, lo traicionaba la técnica y su destreza en el manejo del lenguaje. Pero así como era capaz de rimar "tul" con "abedul" o "biombo" con "combo", era también capaz de escribir páginas estremecedoras, tanto por lo formal como por el contenido, en su nunca bien ponderada como se debe La guerra gaucha (1905), una especie de orfebrería lingüística tan refinada que es difícil avanzar por ella sin desmayarse a cada instante o sin consultar un diccionario etimológico y/o de argentinismos cada cinco palabras. Hizo de todo, conoció a todos, se metió en política, adoró a una púber a la que le enviaba obscenas cartas firmadas en forma más obscena aún y fue, sin duda alguna, el prototipo del "poeta nacional" como bien lo pinta C. E. Feiling en su novela homónima. 
Sin embargo, sin la impronta de Lugones no entenderíamos, probablemente, las primeras épocas de Borges, quien le profesó la admiración no exenta de repudio que se le suele dispensar a los genios, ni tampoco entenderíamos a otros autores que crecieron bajo sus alas y que luego lo combatieron con saña, por ejemplo desde las satíricas páginas del diario Martín Fierro. Oliverio Girondo fue uno de ellos.
Por este señor se festeja hoy el Día del Escritor. Creo que es bueno saberlo: contradictorio, genial y rídiculo al mismo tiempo, deleznable y fascinante como casi todas las cosas que produce este país. Como muchos otros poetas e intelectuales de su generación (mi amado Horacio Quiroga entre ellos y mi también adorada Alfonsina Storni) se suicidó en 1938. 


OCEÁNIDA 

El mar, lleno de urgencias masculinas,
bramaba alrededor de tu cintura,
y como un brazo colosal, la oscura
ribera te amparaba. En tus retinas,

y en tus cabellos, y en tu astral blancura,
rieló con decadencias opalinas,
esa luz de las tardes mortecinas
que en el agua pacífica perdura.

Palpitando a los ritmos de tu seno,
hinchóse en una ola el mar sereno;
para hundirte en sus vértigos felinos

su voz te dijo una caricia vaga,
y al penetrar entre tus muslos finos,
la onda se aguzó como una daga.

Leopoldo Lugones

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lindo poema. Lástima que este Sr Lugones haya sido realmente desagradable y eso ha trascendido más que su obra; ergo, uno se queda con tal sensación en el subconciente.

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