Porque si algo son las curvas, es femeninas. Por eso digo que decir "curvas femeninas" es caer casi en un pleonasmo, es decir, en una construcción nominal que resalta un atributo ya presente (y obvio) de la entidad así descripta. Y en este día tan particular, en el que siempre digo algo, a pesar de que no me gusta mucho la idea de "el día de", hoy también quiero decir algo. Mejor dicho, me gustaría hablar de alguien. Más todavía, de una poeta que significó mucho en mi vida, y aún lo sigue significando. Y no fue, como podría pensarse por afinidades literarias evidentes y hasta por la coincidencia de las iniciales, Alejandra Pizarnik (AP), sino Alfonsina Storni. A quien leí antes que a Alejandra, y me marcó y acompañó para siempre.
Con Alfonsina pasa algo que no sucede, creo yo, con otras poetas. Es el epítome de la poesía femenina argentina, es la referencia obligada, pero es también la poeta que más conoce la gente común, el ciudadano de a pie, si se quiere, es decir, aquellos que no son poetas ni escritores, ni siquiera lectores asiduos. Porque, dejemos de engañarnos de una vez por todas, a los poetas sólo los leen otros poetas y muy ocasionalmente el lector medio y llano. Pero uno dice "Alfonsina Storni" y hasta el verdulero de la esquina sabe de quién se trata. Y hasta puede que sepa algún verso, de los más conocidos, de los más trillados. Y, por supuesto, todo el mundo sabe que se suicidó internándose en el mar, que dejó un último poema-epitafio, etc. La leyenda, el mito, lo conocen todos, no hace falta explicar nada.
Pero a poco que uno se ponga a indagar y raspar la superficie de las vanas apariencias, surgen cosas más interesantes que la forma en que eligió, en plena posesión de sus facultades mentales, morir. Surge la forma en que eligió vivir: a contracorriente. A trasmano. Al revés que todas. Al contrario de lo que se esperaba para una mujer en esos años. Y si murió como quiso, creo que también vivió como quiso y eso le costó mucho, mucho pasmo y mucho dolor.
A pesar de ser la abanderada de las declamadoras y de encarnar, para algunos, lo que se supone que debe ser la poesía (versitos lindos, rimados decentemente, diciendo dos o tres boberías sentimentales y cursis), Alfonsina encarnó, para mí, otra cosa, mucho más importante y trascendental: encarnó, como dice uno de sus poemas, a la loba. A la que se aleja del rebaño. A la que rehúye todos los yugos, especialmente los masculinos (no a la que renuncia a los hombres, atención, si no a la que se niega a ser una mera sierva). A la que renuncia a ser lo que se supone que debe ser por el mero hecho de ser mujer. A la que la opinión ajena la tiene sin cuidado. A la que eleva su cabeza libre de todas las ataduras y hace y deshace con su vida y con su cuerpo lo que se le antoja. A la que nadie puede domar ni dominar. A la que nadie pisotea ni fustiga ni araña siquiera. A la que vio más allá y señaló el camino para las que venían atrás. A la que nunca se rindió, ni siquiera en la hora de su muerte. A la que crió a su hijo sola, como terminan haciendo la mayoría de las mujeres. A la que escribió como pudo, donde pudo, pero escribió siempre. A la que el mito quiere investir de lo que no es ni fue, y por suerte su poesía viene siempre a desmentirlo (para todos los adoradores de las rimas fáciles y las cursilerías ñoñas, tal vez vaya siendo hora de que lean sus libros más maduros y logrados: Mascarilla y trébol, y Mundo de siete pozos).
Alfonsina encarna, para mí, a la que dice "no", a la que tranquilamente dice "esto no es para mí", a la que decide sobre todo lo que tenga que ver con su persona, a la que no espera que un hombre le autorice nada ni decida nada sobre ella. Encarna, en definitiva, el espíritu más libre y salvaje, el de las verdaderas hembras.
El de la mujer que a mí me gustaría ser (y afanosamente trato día tras día).
Feliz día a todas las que siguen este sendero.
1 comentario:
me ha gustado mucho tu entrada en serio :)
http://jessiksj.blogspot.com/
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