22 de mayo de 2008

Los desvíos, los derroteros, los trabajos, las noches, los días, las fechas y mi cumpleaños 34

Días raros. Extraños. Novedosos. Días que puedo ver. Días que antes me perdía encerrada en una oficina sin ventanas, con un desagradable efecto pecera que hacía que los que estaban fuera pasaran y golpearan el vidrio esperando alguna gracia de los allí encerrados (Christian y yo). Días que empezaban más temprano y parecían no terminarse nunca. Mañanas aburridas, haciendo horóscopos, repitiendo hasta el cansancio las mismas bobadas de siempre: "Un amor del pasado regresa", "Ese fuego que creías extinguido renace", "No busques a ya sabés quién en todas las personas que conocés, valoralas por lo que son", "Esa persona sigue pensando tanto en vos como vos en ella, ¿qué tal si la contactás? Podrías sorprenderte". Bobadas es un decir: en escuetos mensajes de 140 caracteres con espacios, destinados a un público "joven" (ja), yo me dejaba mensajes a mí misma. Me autoengañaba suponiendo que él todavía pensaba en mí, que yo nunca lo iba a poder olvidar, que estábamos destinados desde siempre...
Mañanas enteras fraguando esas idioteces que sin embargo se vendían como pan caliente. Tardes enteras puteando con las tablas para Holacine, rabiando porque el altafunc no andaba bien o porque no tenía todo el cast del último (y olvidable) estreno de la semana. Horas incontables perdidas viajando en ese fuckin' colectivo, del Correo Central a mi casa y de mi casa al Correo. Siempre lo mismo. Hordas de gente infeliz a mi alrededor y yo más infeliz aún: sola, no amada, presuntamente olvidada, poeta premiada pero lejos de cualquier cariño, peor aún, lejos de su esquivo, tiránico y mirífico cariño. Pero volvía y mandaba todo a la mierda y escribía acá. Y en todos los demás lugares. Empecé a construir un pequeño imperio de blogs, refloté mi participación en las listas de Internet, volví a leer en público... Puse caras donde antes habia sólo nombres al lado de un e-mail, me animé a mostrar y a mostrarme. Diseñé los blogs según mis necesidades, mis estados de ánimo, mis ganas de hacer o deshacer... Puse en movimiento energías creativas, eché a rodar algunas pequeñas bolillas a ver qué pasaba y muchas cosas pasaron.
Entonces, decía, desvíos. Días raros y novedosos los de este mayo. Soleados. Casi cálidos. Con noches hermosas, para pasear cursimente de la mano de un amante igualmente hermoso y fugaz. Días que al fin veo. Días cuyo sol me alimenta y baña, ahora que ya no trabajo en una oficina de un piso 14, lejos de las ventanas. Días que puedo ver, que duran lo justo. Horas que pasan rápidas, inmersa en un trabajo mecánico pero no por ello agotador o aburrido. Todo lo contrario. Aumenta mi léxico cada día ("redes neuronales", "glomérulas", "hidrolasas", "proteasas", "programación concurrente", "protocolo de ruteo", "endotelina", etc.). Estoy tranquila. Estoy contenta. Estoy casi feliz. Pero. Siempre aparece el pero. Pero. Pero sin tiempo para escribir. Sin haber hallado todavía la forma de volver (más tarde, es cierto), tirar todo a la mierda y zambullirme acá o en mis poemas o en mis cuentos o en mi novela. Pero. Y el cuerpo que me lo hace pagar, poniéndome el labio mutante de nuevo. El cuerpo que pide su parte en la diversión, que exige el contacto, ahora que se restableció, si bien fugacísimamente (eso me pasa por creer que se puede salir indemne de un touch & go). El cuerpo que reclama. La mente que ausculta presente y pasado y dictamina que si no vuelvo a escribir pronto toda yo seré un brote mutante y horrípilo. Llaménlo "stress" o "mala alimentación": yo lo llamo "no estar haciendo lo que debería estar haciendo", entendiendo que el debería tiene un matiz de obligación existencial, vital, de vida. Que es tan imperativo como respirar.
Entonces. Pero. Y así. Entonces, la renuncia, el adiós a Plus Mobile, a los horóscopos, a los 140 caracteres con espacios, al cine y sus minucias, el adiós a toda una etapa de mi vida que está indisolublemente ligada a un momento muy traumático, como fue separarme de mi amado músico lisérgico y fantasmal (hacía años que no lo llamaba así!). No osaré nombrarlo. Él sabe quién es, si acaso algún día lee o llegara a leer estas parrafadas curvas (tanto como yo) y desviadas. Él y yo sabemos. Pero. Entonces. Y así. Y vengo de su blog (la tipa es masoquista, pero ya lo tiene bastante asumido, convengamos) y de comprobar que allí sigo estando yo, aunque estén otras, que ya nunca sabré quiénes son, aunque Ella casi no figure (ni falta le hace), allí están mis palabras puestas por él, por esa persona del pasado que yo siempre pronosticaba en mis truchóscopos que iba a volver, por esa pasión inalterable, por esa FABULOSA Y AMADA CONSTRUCCIÓN MÍTICA, fantástica, gloriosa conjunción de virtudes y defectos, ese músico del carajo, esa humanidad candente que tanto quise y que ya no quiero aunque me emocione al escucharlo o rompa a llorar cual infante recordando my last birthday y su regalo, su gesto, sus palabras de esa noche, o lo extrañe en otras noches cuyo perfume no me atrevo a oler por mí misma, por miedo a que me guste demasiado y él ya no esté para contárselo.
Allí, en su blog, en su espacio propio, en su burbuja, estoy, y es él el que deja las huellas de su delito como el asesino criminal que siempre fue, como Shiva El Destructor, como el escorpión venenoso que realmente es y yo sólo puedo (porque todavía soy muy cobarde para permitirme otra cosa) fantasear con la siguiente estupidez: ¿me llamará para mi cumpleaños este año? Faltan apenas tres días para la magna y patria fecha, que sin cuidado me tiene, por otra parte. ¿Por qué las mujeres nos herimos tanto nosotras mismas? sería una excelente pregunta, que aún no estoy en condiciones de responder, apenas si de plantear. La hago extensiva para sufrir un poquito menos, pensando que a todas nos pasa en mayor o menor medida. Todo porque una pija nos coge bien, nos garcha lindo, nos toca donde nadie más, haga lo que haga, nos puede tocar, nos engancha a su biológica necesidad y es esa y ninguna otra, sin que importe ninguna otra cosa. Todo porque. Pero. Entonces. Y así.
Días inestables, moderados pero intensos, calientes por momentos, llorosos también, pero desafiantes, llenos de misterios que se abren ni bien los ojos se abren... Días casi felices, contra todo. Contra la soja y el mundo hórrido en su estertor. Y no puedo evitar preguntarme si sería más feliz, acaso, si él, mi fabuloso él, mi mítico él, mi imposible él, el él que sólo yo conozco, el él que me dedicó su (irónica y) bellísima versión de "Paraíso", el él que arrancó el odio y el amor de cuajo, el él que me vertió en poemas, el él que desgastó un poco sus suelas viniendo a dormir algunas noches conmigo el año pasado, si él, decía, me llamara para mi cumpleaños para decirme eso que todas queremos escuchar: te extraño, te necesito, te amo, no puedo vivir sin vos... Aunque sea mentira. Aunque todo haya sido una mentira. Porque yo también lo extraño, lo necesito, lo amo y sin embargo vivo muy bien sin él. Vivo mejor. Aunque a veces me aburra y todo me parezca tan anodino y absurdo como para querer volver corriendo a sus pérfidos brazos. Vivo. O eso intento. Trato. Pero. Entonces.
Todo esto para decir: hola, cómo están, estoy, estoy volviendo, renuncié a los horóscopos, me haré platense y espero muy pronto volver a postear todos los días, como antes.
Ah, y el domingo es mi cumpleaños número 34, por si no quedó claro. Pero. Entonces. ¿Él? ¿Yo? Mis 34 y yo. No creo que haya mucho más. Y será bastante. Sobre todo si ingenuamente persevero y encuentro a mi verdadero amor. No él. No más él, por Dios. Yo. Yo solita. Suficiente para trastornar a más de uno ("y a él, y a él" grita la insana que me habita, creyendo que mi presencia en su blog es un indicio de qué? de amor? de odio? de pasión? de la combustible mezcla que siempre nos asoló?). Pero yo. Entonces y nada más.
34, no es mal número, después de todo.
Related Posts with Thumbnails