31 de marzo de 2010

La literatura, ese espacio curvo


Hace una noche espléndida (fue un día climáticamente espléndido, cabría acotar). Hace una de esas noches en las que me gustaría estar en alguno de los siguientes escenarios, junto con un hombre deseado y amado (cada vez más deseado y amado): en un balcón que diese al mar y desde el que se escuchase la música arrulladora de las olas, los matices del viento, el agitarse inquieto de los arbustos y los árboles, tomando algo fresco, mirando al cielo sin preocupación alguna y hablando de bubalinos perdidos; o bien, en la acogedora galería de una mansión-estancia, el cielo tan lleno de estrellas que parezca a punto de caerse sobre nosotros, grillos inquietos por todas partes, luciérnagas invitándonos a la levedad y la lujuria...
Pero, en lugar de todo eso, estoy en mi estudio y escribo. Escribo impelida por algo que leí en el tren, mientras volvía a mi hogar luego de una jornada laboral moderada intensa y de una clase de taller no muy iluminada de mi parte. Porque la literatura, en definitiva, es eso. Escribir a partir de lo que otros han escrito, retomar allí donde otros dejaron, rellenar esos espacios que quedaron huecos, o bien hacer algunos intersticios en las sólidas murallas de un texto que parecía haberlo dicho todo ya. Y aunque es probable que todo esté dicho (o Escrito), siempre se puede agregar algo más, porque esto no es otra cosa que un diálogo, el trasvasamiento de ese diálogo que yo quisiera tener, tanto en el balcón como en la fresca y deliciosa galería, con ese hombre amado-deseado que hace tanto tiempo estoy buscando. 
Hace tiempo también que me siento diferente. Rara. Y reitero: clara, distinta, diáfana. Hoy se me ocurrió que se debe a que estoy encontrando a mi yo, a mi verdadero ser, al yo que yo quería ser, valga el juego de palabras. Y lo que encuentro me agrada y quiero saber más, conocerlo más. Y entonces descubro que mi ser participa del aire y del fuego y que se alimenta abundantemente de ambos; participa de las contradicciones, los encuentros y los desencuentros, le agrada surfear al borde de las paradojas, se relame con la ironía, disfruta de todos sus sarcasmos. Participa de la fría crueldad de la Luna pero también del ardoroso rumor de los volcanes. Y es agua y es viento y su nombre abiertamente secreto es Deseo, es Llama, es Locura, es Atrevimiento. Fulgura tanto en el desenfreno como en el rigor. Los quiere a ambos, coquetea con todos, me vuelve este sensual misterio que desborda ciertos corazones y eriza otras ciertas pieles. 
Pero, ay, amigos, este ser es también pura literatura. Es puramente literario, es mitológicamente borgeano, es pura ficción y es ficción pura, es ardientemente libresco, es el más feliz cada vez que se halla entre libros y hojas impresas, entre textos y versos. Cuando lee, cuando escribe es cuando alcanza su máximo esplendor, el cenit de su propia estrella, el equinoccio de su propio corazón. Cuando encuentra esos cósmicos puntos de unión y comunión entre los textos y los autores más dísimiles, igual que Borges. Cuando arriesga una etimología y gana, cuando acuña un verso y no lo olvida aunque se lo roben, cuando empuña su arma cargada de futuro y sale a pelear contra maravillosos molinos de viento...
En ese tembladeral, en esa sima, en ese delicado y turbulento abismo, mi ser encuentra su felicidad. Y la comparte, la expande, la libera al mundo a través de esta vía. Esta vez, la felicidad vino de la mano de un texto de Genette, algo que nunca se me hubiera ocurrido posible. Pero el crítico francés acaso describió mejor que nadie algunas cuestiones relativas a la concepción borgeana de la literatura que me son, he descubierto, muy caras. Y, por eso, por esa felicidad del descubrimiento que siempre realizan los lectores que no desconocen las secretas redes textuales que vinculan todos los textos ya paridos y los por parir, es que quiero compartir esos fragmentos con mis curvos y desviados leyentes. 
Helos aquí: 
"Según Shelley, todos los poemas son otros tantos fragmentos de un poema universal único. Para Emerson, "diríase que una sola persona ha redactado cuantos libros hay en el mundo."
"Esta visión de la literatura como un espacio homogéneo y reversible en el que las particularidades individuales y los datos cronológicos no tienen cabida, ese sentimiento ecuménico que hace de la literatura universal una vasta creación anónima donde cada autor no es más que la encarnación fortuita de un Espíritu intemporal e impersonal, capaz de inspirar, como el dios de Platón, el más bello de los cantos al más mediocre de los cantores, y de resucitar en un poeta inglés del siglo XVIII el sueño de un emperador mongol del siglo XIII, esta idea puede parecer a los espíritus positivos una simple fantasía o una pura locura."
"(...) el mundo de los libros y el libro del mundo no son más que uno, y si el héroe de la segunda parte de El Quijote puede ser lector de la primera y Hamlet espectador de Hamlet, es posible concluir que nosotros, sus lectores o espectadores, somos sin saberlo personajes ficticios, y que en el momento en que leemos Hamlet o Don Quijote alguien está ocupado en leernos, escribirnos o borrarnos."
"Pero la idea excesiva de la literatura, a la que Borges se complace a veces en arrastrarnos, designa tal vez una tendencia profunda de lo escrito, que consiste en atraer ficticiamente a una esfera la totalidad de las cosas existentes (e inexistentes) como si la literatura sólo pudiera mantenerse y justificarse ante sus propios ojos dentro de esa utopía totalitaria. El mundo existe, decía Mallarmé, para llegar a un Libro. El mito borgiano resume ese moderno todo está por escribirse y el clásico todo está escrito en una fórmula más ambiciosa aún que sería: todo está Escrito."
"(...) a la literatura, ese monstruo insaciable, no puede concedérsele nada sin abandonárselo todo (...)."
"(...) la obra pertenece desde su nacimiento (y tal vez antes) al dominio público, y vive sólo de sus innumerables relaciones con las otras obras en el espacio sin fronteras de la lectura. Ninguna obra es original, porque "el número de fábulas o de metáforas de que es capaz la imaginación de los hombres es limitada", pero toda obra es universal, ya que esas contadas invenciones "pueden ser todo para todos como el Apóstol."
"Está permitido encontrar en este mito más verdad que en las verdades de nuestra 'ciencia' literaria. La literatura es ese campo plástico, ese espacio curvo en el cual las relaciones más inesperadas y los encuentros más paradojales son posibles a cada instante."
"El sentido de los libros está delante de ellos y no detrás, está en nosotros: un libro no es un sentido dado de una vez para siempre, una revelación que nos toca sufrir, es una reserva de formas que esperan sus sentidos, es la 'inminencia de una revelación que no se produce...' y que cada uno debe producir por sí mismo. (...) La literatura es esa tarea imperceptible e infinita."
Gérard Genette, "La utopía literaria". En Figuras - Retórica y estructuralismo. Reproducido en Borges y la crítica. CEAL; Buenos Aires, 1981. Capítulo, Biblioteca Argentina Fundamental, nº 80. 

30 de marzo de 2010

La felicidad es una etimología

Todavía no se me pasa el susto, pero procuro retomar mis actividades normales. Anoche tenía toda la intención de escribir aquí pero no pude concretarlo, me distraje, me abstraje y finalmente todo el cansancio de una jornada en la que los nervios mandaron (ya fuera por tener que hacer trámites, por tener que preocuparme por el hecho de no saber cuándo voy a poder cobrar mi sueldo, por tener que relatar una y otra vez lo acontecido el sábado por la noche) cayó sobre mí con tal fuerza que lo único que pude hacer fue irme inmediatamente a dormir. 
Pero hoy no voy a permitir que los fantasmas y las paranoias se apoderen de mi ya frágil mentecita y creo que nada mejor para ello que seguir adelante con mis proyectos, mis escritos, mis sueños y mis fantasías. Borges se imaginaba el paraíso "bajo la especie de una biblioteca". Yo, por supuesto, también y a la vez sostengo que la felicidad puede radicar en el hallazgo de una etimología (él también lo sostuvo, no vayan a creer, en uno de sus poemas más hermosos, "Los justos"). O, tal vez, no necesariamente en el hallazgo de una etimología sino en escuchar-leer por primera vez una palabra que desconocíamos y cuyo sonido-imagen nos atrapa de inmediato. Hoy me pasó eso con la expresión "bubalina", que quiere decir aquello que hace referencia al mundo de los búfalos, por ejemplo "producción bubalina". 
Y al recordar que el sábado, sí, el mismo sábado tan hermoso que culminó tan mal, me había propuesto buscar las etimologías de tahúr y de albur, dos palabras muy caras a la escritura borgeana (ya que un tahúr es un jugador que hace trampas -y Borges nos hace trampa todo el tiempo- y un albur es un azar que decidirá el resultado de una acción -y Borges confía plenamente en los azares y las causa-casualidades-) terminé recordando que días pasados volvió a subyugarme la prosa botánica de la revista del Colegio de Farmacéuticos de la provincia de Buenos Aires que escaneé el año pasado en mi trabajo y en la que aún sigo trabajando. Vean sino este fragmento, lleno de maravillas idiomáticas: 
STROPHARIACEAE
Pileo con epicutis formado por bifas cilíndricas, rasantes (cubiertas con células globosas del epitelio en Phaeomarusmius), seco o glutinoso. Dermatocistidios ausentes. Laminillas ampliamente adnatas a sublibres. Estípite con restos del velo parcialmente fibriloso a membranoso. Esporada castaño oscura negra, ocasionalmente con tintes liláceos. Esporas lisas, con o sin poro germinativo. Crisocistidios presentes en varios géneros.
No sé ustedes, pero yo me dejo acunar por estas palabras tan poco usuales como si de un arrullo materno se tratara. Escucho su música, inmediatamente me surgen poemas o frases o algos que podrían llegar a serlo. El texto sigue largamente en ese tono describiendo a cierta clase de hongos que contienen sustancias alucinógenas. Si alguien desea seguir leyéndolo, por las razones que fuera, puede hacerlo aquí.
No sé qué son los crisocistidios pero me suenan maravillosamente bien, igual que las laminillas adnatas y el estípite con su velo parcialmente fibriloso. Los tintes liláceos por supuesto me matan y el pileo con epicutis me hace pensar en que las plantas también tienen derecho a preocuparse por su propia estética. Hay más palabras en el resto del artículo y en el mundo de la botánica en general que disparan mi mente hacia un inmediato estado de poesía. 
Por otra parte, la misteriosa vida de las flores me ha resultado siempre otro faro de fascinación, si bien no soy una persona dada a la jardinería. No tengo la paciencia necesaria para el cuidado que requieren: yo sólo me fascino con sus formas, sus nombres, sus tropismos (amo esta palabra), sus comportamientos. Les comparto aquí debajo una foto de una de las flores más extrañas que he visto en mi vida; se trata de la Stapelia schinzii. Noten que en la wiki dice que sus tallos son "suculentos" y que sus flores tienen tanto el olor como el color de la carne podrida, para atraer a una cierta especie de moscas para la polinización... ¿No es una maravilla las astucias de las que se valen tanto las flores como otros organismos vivos para su reproducción? ¿Por qué nosotros íbamos a ser menos y no íbamos a apelar también a toda clase de trucos para lograr nuestros objetivos...?


28 de marzo de 2010

La curva de la inseguridad

Algunos ya lo saben, pero otros quizás no: anoche me robaron. Estimo que más de uno me dirá "bienvenida al club" e incluso "bueno, ya era hora de que te pasara", lo cual, más allá del chiste, implica un grado de acostumbramiento espeluznante a este tipo de sucesos. Por empezar, a nadie deberían robarle nada (pero qué podemos decir al respecto en un país donde se robaron no ya millones de dólares sino miles de personas por tener ideas ligeramente "diferentes" o defender lo que ellos creían una causa justa...?). Para seguir, en caso de que igualmente alguien pudiera ser robado, tendría que tener o bien la posibilidad de recuperar sus pertenencias, por exiguas y modestas que sean, o bien tener la posibilidad de ver tras las rejas a los autores del hecho. 
Pero no.
Ni una cosa ni la otra. 
Está bien: todo lo que había en mi bolso (fucsia rabioso, con un prendedor amarillo que decía "Attitude is everything", con lo cual ahora me pregunto si realmente la actitud lo es todo...) lo puedo recuperar, renovar, suplantar. Puedo tramitar de nuevo el documento, puedo cambiar la cerradura de la puerta de mi casa, puedo volver a comprarme el libro sobre Borges (Enrique Pezzoni, lector de Borges, por si alguien lo ve tirado en alguna esquina bernalense...), puedo recuperar mi infaltable e infalible guía T, puedo reponer todo el kit de supervivencia femenina que tenía en mi neceser, puedo suspender las tarjetas hasta que tramite las nuevas... Puedo incluso comprarme u obtener un nuevo teléfono, con más prestaciones incluso, pero... ¿y los cuadernos con mis páginas de la mañana y con los poemas que estaba escribiendo en los talleres y cursos que estoy haciendo? ¿y la libretita con otros poemas y comienzos de cuentos que no había pasado todavía a la PC confiando en ese idílico futuro en que tendría tiempo para hacerlo? 
¿Qué puede hacer un vil ratero, un imbécil, un estúpido marca cañón (no es negocio robarle a una escritora, pelotudo!), con eso? ¿Qué rédito puede sacar? No tenía más de 40 pesos y el celu (mi querido Rokr w5, con mi música favorita dentro, fotos que aún no había podido bajar y mensajes de texto que guardaba por diferentes razones...). ¿Cuánto puede valer en el mercado negro un teléfono con dos años de uso, bastante baqueteado ya? Pero bueno, ya sé, esto no interesa. Lo que nunca voy a poder recuperar son los poemas y los textos que estaban en mis cuadernos. Eso es lo que verdaderamente me duele. Todo lo demás, se recupera, se cambia, se repone, se hace de nuevo. Pero la palabra escrita no. Mi palabra escrita no. 
Y aquí agrego: y quién me saca el susto ahora, y cómo vuelvo a salir a la calle sin el temor-temblor de que me vuelva a pasar lo mismo, y qué recaudos tomo, y ¿es cierto entonces que ando tan distraída por el mundo?, y tanto que me jodía mi viejo con que si me pasaba algo, al final me pasó con él al lado y no pudo hacer nada para evitarlo, en dónde me voy a sentir segura ahora entonces, y así sucesivamente. 
Pero así y todo, y como un pequeño triunfo sobre la porca miseria de esos tres imbéciles, de esos tres des-educados, de esos tres que creen ser los victimarios y no ven que son también las víctimas, de esos tres que se deben estar riendo de todas las pelotudeces que una poeta puede guardar en un bolso, pude recordar uno de los poemas que había escrito ayer mismo y que había estado corrigiendo junto a alguien que es cada vez más especial para mí (y por eso más bronca me daba haber perdido los cuadernos). Cuando la palabra escrita se esfuma, por la razón que sea, todavía queda un recurso más: la memoria. Borges lo sabía y por eso en sus últimos años se dedicó a escribir sobre todo poesía y textos muy cortos, para poder dictárselos a alguien en medio de su amarilla ceguera. Así, como un mentís y una demostración del único coraje que tengo, que es el de la palabra, y como una forma de decir esto no me lo pueden robar nunca, comparto con uds. ese poema arrancado del fondo de la memoria, invencible, invulnerable, triunfante: 

DESEO

Abrir los ojos y que estés ahí
Cerrar los ojos y que sigas ahí
Encontrarte donde menos lo espero
Perderme
en la crueldad hermosa
de tu dominio

24 de marzo de 2010

La ausencia visible

La verdad es que estoy cada vez más lejos de la coyuntura política y de todos los males que en ese sentido nos acechan. Permanezco voluntariamente desinformada frente al caudal obsceno de información (de información mala y deformada aposta) que nos invade día tras día. Me importan un bledo los requiebros de los ancianos más severos (gracias Catulo) y el uso de las reservas y la última burrada de la presidenta o cualquier otra cosa que implique volver mis ojos hacia ese circo lamentable y patético que es nuestra política. Lamentable y patético casi suenan como elogios porque son algo todavía peor, pero no encuentro otras palabras y tampoco me quiero fatigar en buscarlas. 
Es feriado, es 24 de marzo, es ese día horrible que antes no se recordaba con el estruendo con que se recuerda ahora. No me interesa entrar en la estéril polémica de si sirve o no sirve o de qué sentido tiene recordar con tanta saña algo que no parece tener fin. Digo que no parece, error: que no tiene fin. Y que no lo tiene porque una enorme cantidad de gente no ha podido, por el maléfico designio de otros, llevar a cabo su duelo. No sé si existe pena peor. Creo que no. 
Pero no es mi estilo ni mi deseo entrar en tales cuestiones. Dije que permanezco al margen de estos vaivenes y así es. Me cansé de entrar a Facebook y encontrar muros y mensajes dedicados a esto y fotos ausentes y panfletos, pancartas y otras tantas demostraciones vacuas, puro sonido, puro estertor, pero ninguna profundidad sincera, ningún acto que, por pequeño que sea, reivindique de algún modo tanta injusticia. Nunca me verán en una marcha, nunca me verán enarbolando otra bandera que no sea la del lenguaje y la poesía. Y para todos esos imberbes que le reclaman al poeta lo que no le tienen que reclamar, y que suponen que todos los que escribimos debemos ser como el Che Guevara y otras sandeces por el estilo, sería bueno que supieran, que se enteraran de una vez por todas, que en la raíz etimológica de la palabra "poesía" está contenida ya toda la acción posible. En griego, 'poieo' quiere decir "hacer, hacer con palabras" y eso es lo que el poeta debe hacer. Escribir. Escribir más. Y seguir escribiendo. No necesita empuñar un arma ni voltear un gobierno. 
Pero si quiere hacerlo, allá él. No faltan ejemplos en nuestra literatura. Y ejemplos célebres, ilustres, maravillosos escritores que no dudaron en salir a luchar con algo más que una máquina de escribir o un papel. No hace falta ya a esta altura que los nombre. Y yo hoy quiero insistir, quiero repetir algo que ya hice otro 24 de marzo, porque sigo advirtiendo que nadie o casi nadie conoce a este poeta que la dictadura desapareció así, sin más, sólo porque militaba o porque escribía o porque era genial o por todo eso junto y más. Quiero, en este feriado que siempre será ambivalente y raro, volver a recordar a Miguel Ángel Bustos, un poeta tan cruel como tierno, un hombre fascinante, una luz que sigue encendida a pesar de tanta oscuridad reinante. 
Si el siguiente poema no los conmueve, no sé entonces de qué planeta vienen: 

ME AFIRMO EN LA TIERRA

Un día seré la ausencia visible de Miguel Ángel
luego mi olvido.
La marca de un pie desnudo sobre el agua.
Un gesto
una espalda.
Pero hoy tengo una médula de fuego.
Una piel extensa multiplicada en mi garganta.
Un puño joven
en el centro de mis huesos
apretándose muy hondo.
En luz
mi frente y mis dedos
como arterias hincadas
en el calor de la tierra dura.

Miguel Ángel Bustos
Corazón de piel afuera (1959).

Para seguir leyendo más sobre Bustos: 




23 de marzo de 2010

Moda curva (o de las mujeres que todavía creen en la pasión)

Hoy quisiera ponerme un poco frívola, después de mi berrinche de ayer (igual el berrinche todavía no se me pasó). Pero lo cierto es que ¡hasta la moda me da la razón! Según leo en las noticias de Yahoo, "la moda propone una mujer pícara y sexy", que es exactamente lo que yo estaba reivindicando ayer frente al anatema psicoanalítico recibido tras relatar mi "comportamiento", al parecer, poco femenino. ¿Por qué una mujer no puede ir al frente de vez en cuando y encarar a un hombre? ¿Por qué tiene que esperar que él habilite el terreno? Más todavía, la pregunta de fondo es: ¿qué es lo que inquieta tanto a la sociedad, la cultura y los hombres en general cuando una mujer manifiesta abiertamente su deseo? ¿Qué cuerda se está tensando ahí para que cualquier cosa que pueda ser leída como "mujer que no oculta lo que desea" inmediatamente se trate de esconder o reducir a su mínima expresión? ¿Qué estructura fundacional se vendría abajo si las mujeres pudiéramos expresar lo que nos pasa cuando nos pasa? ¿Por qué siempre debemos ocultar nuestros sentimientos o bajo una capa de mermelada o una capa de hielo para no pasar por "locas", "desaforadas" o directamente "reventadas"? ¿Qué institución estamos socavando cada vez que alguna se atreve a decir lo que quiere o, más todavía, se atreve a decirle a un hombre que lo quiere? ¿Y no sólo que lo quiere, sino que también lo desea? ¿Por qué de inmediato surgen todo tipo de barreras e impedimentos para que la mujer se exprese? A esta altura ya no sé si Esther Vilar tiene o no razón, pero lo que sí se es que cada vez que una mujer pretende moverse aunque sea un par de centímetros del rol que la sociedad-la cultura-ponga aquí lo que corresponda le asigna hay un ejército dispuesto a recriminarle su infamia de las más maneras más sutiles y atroces. Si no es una madre cretinizada, es una amiga amargada y si no es esta última es una psicoanalista con la mejor intención de hacerle "un bien" a su paciente. Y a todo esto, los hombres, los principales interesados, ¿qué opinan? ¿No se alegran de que algunas mujeres les alivianen un poco el trabajo? ¿No está bueno que la mujer se anime y juegue el mismo juego de seducción que ellos? ¿Por qué íbamos a ser siempre modositas y almidonadas? ¿Es que ya nadie se apasiona por nada? ¿No tienen sangre en las venas o yo soy la única desquiciada que todavía cree en la pasión y el deseo como ejes rectores de la vida?

22 de marzo de 2010

La curva más peligrosa

¿Cuál es la curva más peligrosa de todas? ¿No es el amor? De pronto viene uno volando en picada o planeando con más gracia que un águila o flotando en la mismidad del aire como un colibrí y ¡bum! Lo bajan a uno de un hondazo, lo tiran de un cachetazo, lo hacen rodar por los aires y por los suelos todo junto. ¿Es el ser amado el que nos propina semejante contratiempo? No, es nuestro psicoanalista. 
Pero la reflexión igual nunca está de más (uno se dice eso para seguir justificando el gasto semanal, se entiende). Está bueno, a pesar de los enojos diferidos (porque el lunes que viene ya me habré olvidado de esto y hablaré de otra cosa y nunca mencionaré el cabreo, como dirían los españoles, que me agarró post-sesión hoy), y está bueno también que sirva como punto de partida para un posteo... Qué sé yo, me sigo diciendo todo esto para no ir hasta el Colegio de Psicólogos o la Asociación de Psicoanalistas Argentinos y denunciar a la mía por meter el dedo en la llaga, hacer las preguntas que no tendría que hacer y pincharme donde más duele, ay. 
De cualquier manera, es inútil enojarse. El psicoanalista no es el padre ni la madre y uno siempre termina haciendo lo que quiere, lo que puede, lo que le sale. Entonces, si mis actitudes no son las que se supone que deben ser las de una mujer que se las aguanten. No me sale. No puedo ser pasiva y tranquilita, no puedo poner cara de mermelada cuando ardo por dentro o cuando quiero tanto algo que no paro de maquinar estrategias para conseguirlo. Lo siento. No soy así. Y no, en realidad, no lo siento nada. Que se jodan los que creen que las mujeres deben ser siempre un pan con manteca, un pañuelito de papel tissue, un bocado suave y tentador y nada más. Habemos mujeres que no somos, que no podemos, que no nos sale, que no queremos ser así. Y avasallamos. Atropellamos, avanzamos a codazos y empujones. No nos detiene nada, nadie. La moral se nos va al carajo. Rompemos con todo. No paramos hasta que nuestro objetivo se cumple, así tarde un día o cinco años. 
Entonces, volviendo a mi pregunta inicial: ¿no es el amor la curva más peligrosa? Lo es, pero también es la única que vale la pena tomar aunque nos estrellemos y volemos por el aire un millón de veces. 
Todo esto surgió a partir de esta nota y esta foto, más mi enojo post-psicoanalítico del que ya deberé rendir cuentas ante el sagrado tribunal de Freud-Lacan, supongo...


21 de marzo de 2010

Otoño 2010

Ha llegado el otoño. Aún no se lo siente tanto, pero los días ya han empezado a acortarse, por las noches refresca, los pies reclaman su par de medias finitas para dormir. Llegó el otoño, mi estación favorita del año, cuando suelo estar o perdidamente enamorada o perdidamente desesperada, penando por lo que fue o lo que no fue o lo que pudo haber sido y tampoco fue. ¿Cómo me encuentra, entonces, este otoño 2010? Me encuentra felizmente azorada, sorprendida, maravillada, a apenas un paso de decir "bueno, sí, qué tanto, estoy enamorada". No lo digo aún por decoro, porque es muy pronto, porque no sé, porque me asusta, porque es muy fuerte, porque hay días que no lo creo y sostengo que no puede ser, porque es complicado, porque ¿la historia se repite?, porque no sé qué pasará, porque he vuelto a escribir, porque aún no escribo lo suficiente, porque no quiero asustarlo, pero él lo sabe y yo lo sé y los dos sabemos que lo sabemos, porque sí, porque no, porque qué sé yo y yo qué sé... No lo digo porque aún no lo puedo creer. 
Pero lo que sí puedo creer es que el pasado, ese pasado del que tantas muestras he dejado en estas bonitas y curvas páginas, ha quedado exactamente allí, en el pasado. He dejado atrás a mi dios del Olimpo, a mi músico narcótico y fantasmal, a mi único vendimiador posible. He terminado con la univocidad, ese cáncer del alma para mi vida y mi escritura. He concluido un período de duelo y planto, he finalizado con toda un aura que nunca creí que fuera posible abandonarla. Se cerró el capítulo, el largo, el larguísimo, el casi casi interminable capítulo "I." en mi vida. Ya no había nada más que decir, por eso los poemas tampoco venían. Ya nos habíamos dicho todo (y si faltaba algo, seguro que ya no tiene importancia o se hubiera dicho). Ya no había nada allí donde antes florecieran las maravillas más estremecedoras, donde la poesía y la música se hicieran dueñas de todo, donde ni un recoveco del alma podía permanecer indiferente a su belleza, sus dones, su magnífica creación.
Son otros los vientos que ahora vienen, con otoñal risa, a despeinarme. Es otro el color de los ojos que me miran y que miro. Es otra la piel y seguro que es otro el sabor. Y ya no importa que sea otro dios del Olimpo o un ser humano común y silvestre (pero desde luego, no es común y mucho menos, silvestre). Ya no importa todo lo que antes importaba, porque es todo nuevo, aun cuando algunas situaciones parecieran repetirse. Pero ni siquiera. No hay dejà-vu. Es todo nuevo. Es todo excitación, nervios, ardorosos retorcimientos de la médula espinal, bruscos cambios de ritmo en el acompasado bombeo del corazón, súbitos vaivenes en la marcha, alteraciones violentas en la respiración. Es otra voz la que me insta ahora, la que me ayuda a volcarme en el papel, la que me parte con su aire. Es todo otro. Y, mejor aún, yo soy otra también. Clara, distinta, diáfana, como escribí en algún poema hace mil años, cuando aún distaba mucho de ser todo eso.
Por eso celebro la llegada de este otoño y aguardo con auténtica fruición sus primicias, cada una de las hojas que ya se cayeron o que están a punto de caer, cada una de las flores que nacerán y morirán en cada esquina, cada uno de sus vientos, de sus brisas y, más aún, cada una de sus amarillas noches.


Imagen: Mary Dineen

16 de marzo de 2010

La curva de la ceja

Por supuesto, hoy pensaba hablar de una cosa y como siempre termino hablando de otra. Intuyo que sabrán comprender. Pasó que estaba buscando material para el taller que ahora estoy dando en el Pasaje Dardo Rocha de La Plata y me encontré con un poema con curvas. Y como de todos modos hoy pensaba hablar de las curvas y los desvíos de la traducción poética, me parece un buen enroque compartir este poema con uds. y dejar los pormenores de la traducción para otro momento. 
Sucede también que conocí personalmente a esta poeta y la considero una influencia a seguir, sin duda alguna. Fíjense qué delicada forma de hablar de la belleza masculina, algo tan caro a mi sentir poético, sin necesidad de caer ni en lo obvio ni en lo esperable ni en lo chacabano ni en lo mil veces visto. Sencillez, economía de recursos, concisión y la contundencia del primer y el último verso como metas a seguir -todo el tiempo- para mi propia poesía, ahora que parece que vuelve a visitarme...



la curva de una ceja
tiene menos que ver
con el amor
que con el conocimiento de las formas

                   él tenía esa línea ciega
                   sobre la comba de los párpados
                   que ha dado argumentos a mis dedos
                   y cultivado el relieve en mi memoria

Liliana Lukin
Cortar por lo sano.
Ediciones Culturales Argentinas, Buenos Aires, 1987.

Curvas carreteras en un día de múltiples desvíos

Estoy divagante, dispersa, soñadora y poética. Hoy (es decir ayer) tuve un día totalmente improductivo en el trabajo, desviada mi atención por cuanta cosa se me pasara por delante, un desastre, en fin. Son rachas. Y sin embargo, fue un día altamente productivo en otros sentidos y también muy sorprendente y también muy especial. Son rachas, insisto. Y esta noche, silenciosa, sumida en felices pensamientos, se me dio por mirar fotos de rutas con muchas curvas, acaso para celebrar las mías propias, las de mi cuerpo pero por sobre todo las de mi cabeza... 


Pensaba en el azar de tomar uno u otro camino. ¿Qué pasa si me aventuro por acá? ¿Si doblo allá? ¿Si retrocedo? Porque ¿quién dice que siempre hay que avanzar? A veces es bueno retroceder, retomar un camino que se había dejado por miedo, por temor a lo desconocido, por no saber qué había detrás de ese otro lado. ¿Y si vuelvo a andar por donde ya anduve? Si es así confío en que encontraré cosas que antes no estaban o que estaban pero que yo no las podía ver, sencillamente porque aún no era capaz. A veces no estamos preparados para ciertas cosas y debemos, como una planta, madurar. En lo posible, sería de desear que nadie venga a arrancarnos de raíz para ver si, efectivamente, estamos creciendo. 
Bueno, ya ven el nivel de dispersión que tengo hoy. ¿Será que el amor golpea a mi puerta? Nahhhh. ¿O es el alborozo de tener un nuevo muso poético? Eso es más probable. ¿Un nuevo trabajo -esto es, el taller de escritura? También. ¿Nuevos amigos? Por cierto que sí. ¿Nuevos desafíos? Desde luego. Ando llena de preguntas y sin ningún apuro de que sean contestadas. Hoy abogo por la máxima horaciana y trato de cumplirla día a día: carpe diem, que quiere decir (anoten, por favor) "atrapa el instante", o sea, disfrutemos la vida, que es corta, que ya se acaba y que nunca deja de sorprendernos.

Para ver el posteo completo de donde extraje la imagen, pinchen acá

14 de marzo de 2010

Una curva borgeana

Otra vez mis buenos propósitos de postear a diario aquí se ven desbaratados por diversas circunstancias. Pero esta vez, a diferencia del pasado, son circunstancias felices. Me encuentro realizando muchas actividades, además de mi trabajo habitual. Además de estar haciendo taller virtual con Laura Yasán, de conducir (o "desconducir" como diría mi querido ginebrero Erker) el ciclo de poesía Bendita Erato, y de dar taller por primera vez en mi vida (!!!), estoy también haciendo un curso sobre Borges con Gustavo di Pace, y lo cito no sólo porque ya he escrito sobre el maestro en Fauna Abisal sino porque releyendo para la ocasión un libro que tenía en la biblioteca (y ya me había olvidado de él), encontré un fragmento muy interesante que quiero compartirles aquí, ya que habla de una curva en la cual yo no había pensado hasta ahora: 
Yo anhelo un arte que traduzca la emoción desnuda, depurada de los adicionales datos que la preceden. Un arte que rehuya lo dérmico, lo metafísico y los últimos planos egocéntricos y mordaces. Para esto, como para toda poesía, hay dos imprescindibles medios: el ritmo y la metáfora. El elemento acústico y el elemento luminoso... La metáfora, esa curva verbal que traza casi siempre entre dos puntos -espirituales- el camino más breve.
Jorge Luis Borges (recogido en Molachino, Justo R. y Mejía Prieto, Jorge. En torno a Borges. Hachette, Buenos Aires, 1984).
Interesante, ¿no? Pensar la metáfora como el camino más breve entre dos puntos espirituales me parece una de las más acertadas acepciones para dicha forma del pensamiento. Porque no es sólo un recurso estilístico propio de la poesía, es también la forma que adopta nuestro pensamiento para su mejor funcionamiento. Siempre que pensamos metaforizamos, acortamos caminos, abstraemos similitudes y diferencias ("es como...", "se parece a..."; las metáforas no son otra cosa que comparaciones a las que se les ha quitado el nexo comparativo). 
Los dejo meditarlo. Buena semana para todos...! Volveré a postear ni bien pueda.

8 de marzo de 2010

La mujer es pura curva

Me gustan las mujeres transgresoras. No las que transgreden por transgredir sino las que lo hacen a sabiendas. Las que desprecian las horrendas tareas domésticas y se mofan de ellas. Las que nunca gastarían más de dos horas de su vida para limpiar una casa entera. Me gustan las mujeres que no creen que la maternidad sea lo máximo ni lo único a lo que pueden aspirar. Las que ejercen la maternidad de otras formas, vendiendo incluso su cuerpo a los desposeídos. Me gustan las mujeres que son jefas y no tienen miedo de serlo, que saben poner límites, que se enojan enseguida pero recuperan la calma después de una sonrisa. Las que no observan el paso marcial de todas ni las modas tontas y locas ni se creen ninguno de los juramentos que les hicieron creer en el colegio ("los nenes con los nenes, las nenas con las nenas"). Me gustan las mujeres irracionales, conectadas con lo más profundo y atávico de sus úteros, con sus antenas siempre encendidas y recogiendo los datos más fiables e interesantes del ajeno mundo exterior. Me gustan las mujeres que fabulan, que anidan, que por momentos se esconden, que cultivan con gracia y prontitud el misterio. 
Me gustan las mujeres fuertes, apasionadas, dulces, carismáticas, un poquito soberbias. No me gustan las mujeres marimachos ni las que creen que ser libre o emancipada es imitar en todo, hasta en lo más burdo de su habla y vestimenta al hombre. No me gustan las que sólo saben hablar de sus hijos sin que éstos hayan hecho algo diferente de haber nacido y crecido como todos los demás mortales. No me gustan las mujeres que tardan cinco horas en arreglarse, que se cambian veinticinco veces antes de salir, que no se deciden, que no se dicen, que no se aman. No me gustan las mujeres que suponen que el hombre es el enemigo y sólo merece nuestro escarnio e indiferencia. No me gustan las que no asumen su feminidad ni su masculinidad. No me gustan las que priorizan todo menos ellas mismas ni las que suponen que deben seguir los pasos de sus madres o sus abuelas. No me gustan las mujeres que se callan, que se aguantan, que reciben un golpe tras otro porque suponen que así deben ser las cosas. Las cosas no deben ser de ese ni de ningún otro modo, salvo el que ellas realmente quieran.
No me gustan las mujeres que esclavizan al hombre a un trabajo miserable e indigno y todavía tienen el tupé de tratarlo como a un trapo de piso. Las que no entienden que no existe un mejor amigo posible aunque ellos nunca puedan reemplazar, ni de lejos, a nuestras amigas mujeres. No me gustan las que no se juntan con otras mujeres a charlar, a chusmear, a cuchichear y reírse a las carcajadas por cualquier cosa. A llorar juntas también. A lamentar lo perdido y celebrar lo dado. Me gustan las mujeres que salen, que pelean, que están, que nunca fallan, que se parapetan en sus propios cuerpos para enfrentar lo que sea. Me gustan las mujeres que son curvas, que se estiran, que se doblan, flexibles y sensitivas como la flor más exquisita.
Me gustan las mujeres que escriben desde sus entrañas, que no reniegan de sus menstruos, que sueltan su pelo y sus ideas, que sólo se atan al mástil de sí mismas cuando están en peligro y que se entregan, libres, salvajes, poderosas, sabias, eternas, al hombre que aman cada vez que éste tiene la inmensa dicha de encontrarlas. 

Dedicado a todas mis amigas mujeres en el Día Internacional de la ídem, con el deseo de que todas podamos llegar a ser alguna vez una de esas mujeres. 

5 de marzo de 2010

La curva del Danubio

Uno de mis grandes (y todavía incumplidos) sueños es conocer Europa. No hace falta aducir motivo alguno para conocer Europa: su solo nombre bastaría para realizar semejante viaje y ver qué hay allí, que tanto llama siempre la atención. Pero tras tanto leer y con tantas imágenes de Europa  impuestas en la retina, una ya sabe que no se puede morir sin haberla pisado alguna vez. Como por el momento ese sueño está lejos, viajar a través de las imágenes puede ser una salida fácil y elegante. Claro que no es lo mismo, Perogrullo dixit, pero ya es algo (¿vieron qué optimista estoy este año?).
Marzo viene siendo un mes agitadísimo (tan sólo me ha regalado cinco de sus treinta y un días y ya estoy agotada...!) y nuevas actividades (nuevas presencias) arremeten por aquí. Es posible que mi siempre vapuleado propósito de postear a diario se vea boicoteado una vez más (y van...), por lo que he decidido a) hacer posteos más cortos (como el de hoy) y b) usar, cuando pueda, los posteos programados, una herramienta de Blogger utilísima para mantener la frecuencia que uno se ha impuesto con la ventaja de escribir cuando se disponga del tiempo necesario y no obligadamente día tras día.
Dicho esto, vuelvo a Europa. Y para que no me envidien les dejo una foto de "la curva del Danubio", un hermoso meandro (una de mis palabras de origen griego favoritas...!) que da el río de igual nombre al norte de Budapest (Hungría). Piensen en la maravilla de doblar esa curva en una serena embarcación, las escamas del río brillando al sol, el viento despeinándolos casi con cariño, un cielo perfecto, las montañas verdes y oscuras a los lados, un idioma musical y desconocido repiqueteando por aquí y por allá, olores nuevos y excitantes... La compañía la eligen ustedes, yo les propongo un escenario posible. ¡A gozar y feliz fin de semana!


1 de marzo de 2010

La Tierra es curva... e inquieta

Planeta Tierra, ¿qué te está pasando? A ver si hablándole, por ahí escuchamos lo que tiene para decirnos, algo que, al parecer, por ahora sólo puede expresarlo con tremendas sacudidas, agitaciones y perturbaciones de toda clase. Nada de esto sería siquiera notable si los predichos movimientos no causaran tanto daño, destrucción y consternación, además de miles de víctimas, como estamos viendo en estos últimos días. Primero Haití, ahora Chile, también Salta y otras provincias del norte argentino. Planeta querido, ¿qué te está pasando? ¿Es por nuestra culpa o es simplemente un proceso normal de tu ardiente naturaleza? (no se olviden que vivimos sobre la frágil corteza de una bola de magma y fuego). 
El sábado me llevé terrible susto. Había escuchado algo del terremoto en Chile pero, para serles franca, no le presté mucha atención. Como estaba en casa, se me dio por prender la tele un rato antes de comer. Ni bien comencé a pasar uno o dos canales, paré en TN porque el titular en rojo catástrofe era "Sismo en Salta". Para colmo, por alguna razón que desconozco, en mi tele TN no se ve bien y sólo podía ver imágenes entrecortadas con el sonido del canal vecino. Ponía otros canales de noticias y nada. Pero el titular seguía golpeando mi retina. Antes, seguramente, tampoco le hubiera prestado demasiado atención (somos así, sólo cuando hay alguien que nos importa nos preocupamos y prestamos atención; no sé si es un defecto o una virtud). Pero ahora presté inmediatamente mucha atención, ya que hay una persona muy querida allí para mí (leáse, mi amigo Leo Mercado, a quien ya les he nombrado muchas veces) y enseguida mandé mensajes de texto para ver cómo se encontraban él y su familia. Por suerte, todos bien. Algunos adornos caídos en la casa, nada grave. Escribí a otros amigos salteños y también estaban bien, aunque algo asustados. 
Se cree que el sismo de Salta no es ni una réplica ni tiene nada que ver con el de Chile, pero resulta ya evidente que las placas tectónicas de nuestro vapuleado continente se están moviendo como locas y es muy poco lo que podemos hacer al respecto, según entiendo. Precisamente hoy, chateando con Leo, le decía que me resultaba del todo inimaginable lo que él y todos los afectados por el sismo salteño (no digamos ya el chileno ni el haitiano) debieron sentir cuando la Tierra decidió sacudirse un poco. ¿A dónde recurrir, qué hacer, en qué refugiarse si todo comienza a moverse sin control? Y todo eso que creemos tan firme e incólume, sea nuestra casa, un edificio, un palacio, una torre, un monumento, se viene abajo estrepitosamente y para más inri el suelo también se viene abajo en un trís... ¿Cómo mensurar eso? ¿Cómo no pensar después en la fugacidad no ya de nuestros cuerpos sino de todo lo que la mano del hombre construye y que, envalentonado por el "progreso indefinido" y otras patrañas por el estilo, cree indestructible? ¿Cómo no recapacitar en que estos sismos, tsunamis y terremotos pueden ser "llamados" -terribles, devastadores y con toda seguridad crueles e injustos- de la Tierra, del planeta, para que nos demos cuenta que no somos ni omnipotentes ni inmortales? ¿Cómo no detenerse siquiera a pensar unos minutos en estas cuestiones? 
El planeta se mueve, señores, gira en su órbita y gira sobre sí mismo en un pequeño punto de la galaxia. A su vez, se agitan flamas en su interior y esa tierra que nosotros ingenuamente creemos "firme" viaja a la deriva aunque nunca nos demos cuenta. ¿Cuándo vamos a dejar de creernos tan arrogantes como para desoír los reclamos de quien nos da cobijo?
Aquí, wikipedismos acerca de qué es un terremoto.
Aquí, una lista de los peores terremotos de la historia, simplemente porque las listas y las cifras, por insano que parezca, nos calman, nos brindan un marco de seguridad, nos aseguran que todo se puede cuantificar, ordenar y racionalizar. Y esto, aunque sea una gran ilusión, aleja un poco -no mucho, pero bastante- el miedo. 
Aquí, además, un sitio web desde el que brindar alguna ayuda, por pequeña que sea, a Chile. 
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