30 de junio de 2008

Ouroboros verbal (o una bella sincronicidad curva)

¿Escucharon hablar alguna vez de las sincronicidades? Son esos eventos, en apariencia fortuitos o casuales, que se producen justo cuando estábamos pensando o necesitando de ellos. Ejemplo extraído de El camino del artista, libro de Julia Cameron que me puso en contacto con este término (y con su particular magia): alguien tiene ganas de estudiar, digamos, inglés; "sorpresivamente" en su trabajo le comunican que le ofrecerán una capacitación gratuita en dicho idioma. ¿Creer o reventar?
Yo antes hubiera reventado pero desde que entré en contacto con ese libro creo cada vez más. Y así, nuevamente me lo demostró el universo hoy. No tenía nada preparado para el posteo curvilíneo o desviado de hoy. Por causas que no vienen al caso comentar, abrí un libro al azar (una de las mancias más antiguas, lo sé) y me encontré con lo siguiente:



¿Un mantra? ¿Un ouroboros verbal? No lo sé. El libro nada dice al respecto. Se trata de la página 226 del Cuaderno de apuntes de Michael Ende (Buenos Aires, Alfaguara, 1996). Michael Ende es el autor de uno de los libros más maravillosos que tuve oportunidad de leer: La historia sin fin. Allí hay verdadera magia, antes de que el mago prepubescente se adueñara de todas las librerías y de todas las juveniles mentes. Este Cuaderno de apuntes es, como su nombre bien lo indica, una recopilación de escritos de muy diverso origen. Hay cuentos, apológos, poemas, canciones, artículos, aforismos, reflexiones, etc. Y esta misteriosa página 226 de la que no hay noticia en ninguna parte y que no se relaciona, al menos en apariencia, ni con el artículo que la precede ni con la carta que sigue. Y lo que dice me parece tan apropiado a mi particular circunstancia personal que por eso, y por su forma, desde luego, es que he decidido compartirla con uds. Ojalá los ilumine como a mí.

28 de junio de 2008

La idea de curvatura intervenida por una servidora

Dice Rubén Darío en sus "Letanías de Nuestro Señor Don Quijote":

"De tantas tristezas, de dolores tantos,
de los superhombres de Nietzsche, de cantos
áfonos, recetas que firma un doctor,
de las epidemias, de horribles blasfemias
de las Academias,
¡líbranos, señor!"

Sin embargo, hoy me atrevo a contradecir a uno de mis maestros, en tanto es la Academia (o, seré justa, una Academia) la que me ofrece el post de hoy, para el que poco o nada de material tenía (sólo algunas fotos, que ya iré subiendo, encontradas gracias a un plugin de Firefox, el Piclens, descubierto por Esteban, uno de mis ya no tan nuevos compañeros de trabajo). Es justamente la RAE, nuestra madre rectora en cuanto al idioma toca (otra cosa es si sus directivas llegan, efectivamente, a tocar algo de él, tan esquivo siempre o, más aún y siendo muy mala, si acaso llegan a tocar cosa alguna), la promotora de este posteo.
El diario español La Verdad -nombre problemático si lo hay para un diario, ¿verdad? (cuac)- en su edición digital tiene una breve columna titulada "La columna de la Academia". Al parecer (es la primera vez que me topo con él) se trata de comentar entradas del benemérito diccionario raeliano (¡no confundir con la secta extraterrestre!) o, si quieren, raelino. En lugar de remitirlos al artículo, como en otras ocasiones, me gustaría copiar aquí sus cuatro párrafos, intercalándolos con mis comentarios (hoy estoy ácida, como diría un caramelo ídem). Pongo los párrafos ajenos en otro color, para no hacer lío.
Dice el autor de la nota ("La idea de curvatura"), don Ángel Ferrández Izquierdo:

La idea de curvatura está muy extendida en muchas de las actividades de la vida cotidiana. Se oye hablar, por ejemplo, de la curvatura de la córnea; de que el universo parece que está curvado; de la curvatura de la Tierra; de la curvatura de la luz o de la columna vertebral (cifosis, escoliosis) o de una viga. La vigente edición del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define así la curvatura: «Cualidad de curvo; desviación continua respecto de la dirección recta. En una circunferencia es la inversa del radio; en otra curva cualquiera es la inversa del radio de la circunferencia osculatriz».

Bien. El primer párrafo nos introduce, sin demasiados preámbulos, en el tema que desea abordar, cometiendo el lamentable error de repetir el título en la primera frase del mismo. Pero bueno, no seamos tan quisquillosos. El autor nos muestra una serie de cosas curvas que le agradezco infinitamente: las córneas, esos trocitos de tejido conectivo que nos permiten ver el mundo (y todas sus grandezas y miserias); el universo, la curva por excelencia, como venimos viendo en este mismo blog, en los varios posteos que ya he hecho sobre el tema; la Tierra, curva de menor magnitud que la universal, pero no por ello menos fascinante; la luz, otro misterio que aún no he tocado aquí; y de allí salta a la esbelta y frágil a la vez columna vertebral para terminar con las vulgares vigas. A propósito de ellas, tengo la impresión de que son rectas y nada más que rectas, a menos que se refiera a una viga "torcida" o a esas molestas vigas que suelen instalársenos en los ojos cuando señalamos las pajas de los ajenos (con perdón de lo mal que pueda sonar esto en el contexto rioplatense).
A continuación, con notable eficacia y asepsis, nos entrega la definición del diccionario citado, limpia, fija y esplendente (les recuerdo, aunque quizá con esto arruine el chiste, que el lema de la Academia es "limpia, fija y da esplendor"; casi como un jabón para la ropa, ¿no?). Limpia, fija y esplendente, dije. Muerta también, salvo por ese intrigante sintagma, que les pido que retengan en sus mentes: "circuferencia osculatriz".

Es una magnífica definición, aunque más comprensible en su primera parte, donde nos viene a decir que la curvatura de una línea recta es cero, ya que no se curva; y que una circunferencia tiene la misma curvatura en todos sus puntos. Es más, la Real Academia precisa mucho más, pues para una circunferencia de medio metro de radio, nos dice que su curvatura vale 1 dividido por 0,5, es decir, 2. Si el radio de la circunferencia fuese 1, entonces el valor de la curvatura sería 1. Vemos, pues, que a medida que aumenta el radio, disminuye la curvatura; y viceversa.

El segundo párrafo arranca con una alabanza a todas luces innecesaria al invisible redactor de la entrada raelina, saludando su "magnífica definición" para luego denostarla ligeramente, en tanto, como es dable verse, su primera parte es más comprensible para el vulgo que la segunda. Si la definición era tan magnífica, ¿no debería ser asequible en todas sus partes? ¡Oh, liebre del lenguaje que siempre te escapas! Más todavía, el ingenuo periodista de La Verdad viene a iluminar uno de los agujeros negros más fabulosos de cuantos hay en la lingüística (la nieve es blanca si y sólo si la nieve es blanca, al decir de Tarsky) que es la tautología. Por supuesto que la curvatura de una línea recta es cero "puesto que no se curva". Son términos que se excluyen mutuamente, mi buen Ferrández Izquierdo. Y por supuesto que una circunferencia tiene la misma curvatura en todos sus puntos, es una ley matemática bien conocida. Lenguaje: reino de lo obvio (como el psicoanálisis, diría Isadora Wing sonriendo con su nariz polaca fruncidita). Paso por delante el tramo final, abstruso para esta permanente fugitiva de los números y sus misterios multivariados.

Despreocupémonos de lo que es la circunferencia osculatriz y fijémonos en que una circunferencia es una curva plana, es decir, se puede dibujar en una hoja de papel. Pero ahí podemos trazar muchas otras curvas que no sean circulares. Dejemos que una hormiga se mueva libremente por el folio y vayamos con un lápiz tras ella dibujando su trayectoria. Tendríamos una curva plana, seguramente muy curvada, por lo que intuimos que la curvatura de tal camino no será cero. Pero ¿cuánto vale? ¿cómo la medimos?

Tercer párrafo. Obviamente, Izquierdo no entendió nada. Se extiende en explicaciones, rebeldes hormigas inasibles y preguntas que no interesan para nada y deja pasar la perla más bella que ya nos había entregado el diccionario y su definición. ¿Cómo "Despreocupémonos de lo que es la circuferencia osculatriz"? ¿Cómo habremos de despreocuparnos de esa intrigante conjunción de términos, de esa sonoridad, de la potencia evocadora inigualable de un vocablo como "osculatriz"? Querido periodista, usted no entendió nada. Se ve que no es poeta, que es un simple pinche de redacción o un esbirro pagado por el oro de Nápoles o Moscú, vaya uno a saber. Ni bien leí "osculatriz" quedé prendada de su música, de sus posibles paradigmas (osculatriz, directriz, bisectriz, actriz, matriz; ósculo, báscula; oscilante, vacilante), de sus enormes potencialidades poéticas, de su feliz conjunción de una raíz como 'oscul-' y de un sufijo como '-triz'. ¿Cómo vamos a despreocuparnos de tan delicioso hallazgo? ¿Está usted loco acaso?

Una rápida consulta al mismo diccionario de marras, nos desasna de inmediato en cuanto al significado lexical de osculatriz:

osculatriz.
(Del lat. osculari, besar).
1. adj. Geom. Dicho de una circunferencia: Que tiene con otra curva un contacto de segundo orden en el punto considerado, o sea, cuando las primeras y las segundas derivadas de ambas son iguales. U. t. c. s. f.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados

¿Qué decir ahora de su signicado etimológico, si como allí dice, proviene de osculari, de donde ósculo, es decir, beso en portugués? (por cierto que la etimología de nuestro 'beso' es otra y los remito a Catulo para acercarse a ella: da mi bassia mille, deinde centum dice en su celebérrimo carmen V). La osculatriz, entonces, es una curva que se besa con otra. Que se toca. Que quiere fundirse con otra. Como todos nosotros, que sólo queremos eso y entonces, sólo somos osculatrices solitarias hasta que encontramos a nuestro curvo -quizá también pueda ser recto- complemento.

Lo primero que se observa es que el trayecto seguido por la hormiga no es igual de curvo en todos los puntos; dicho de otro modo, la curvatura depende del punto dónde queramos estimarla, excepto cuando la trayectoria sea una recta o un círculo, pues en ambos casos la curvatura es constante. Para conocerla en un punto haremos lo siguiente: tracemos la tangente a la curva en cuestión en dicho punto y midamos el ángulo que esa tangente forma con una recta fija (por ejemplo, el eje horizontal). De esta manera, el ángulo es una función suave a lo largo de la curva. Entonces la curvatura de la curva viene dada por la derivada de la función ángulo.

El último párrafo de Izquierdo es una oda al malgusto periodístico. No sólo cae de nuevo en la redundancia y la tautología (desde luego que la curvatura dependerá del punto desde el cual se quiera mensurarla, como casi todo, sino todo, en esta vida) sino que se pone excesivamente técnico sin resultado alguno. Reparemos en la última frase: "Entonces la curvatura de la curva viene dada por la derivada de la función ángulo". ¿Cómo es posible que se remate así un artículo periodístico? ¿Por qué de pronto el lector tiene que trazar una tangente -como si supiera hacerlo, para empezar- y medir un ángulo -reitero: como si supiera hacerlo y/o tuviera que hacerlo- y no sé qué otras cosas para demostrar finalmente nada, excepto su torpeza expositiva? Sin embargo, otra perla, menos rutilante que la circunferencia osculatriz, aparece allí: la "función suave". Tal vez Izquierdo no sea poeta pero que una función pueda ser calificada de 'suave' me parece un hallazgo poético por lo menos digno de ser rescatado, aunque no sea tan feliz como la osculatriz circunferencia besándose con otra en el infinito. No, por cierto que no. Pues nada, nada, superará hoy la felicidad de saberme una osculatriz sin remedio.

(Para aquellos que quieran leer el artículo sin mis delirios incluidos, los redirijo aquí).

27 de junio de 2008

Una matriz de poemas (curvos y no curvos)

Hace ya algún tiempo que estoy pergeñando un nuevo blog, que aún no sale a la luz pero que está presto ya a salir. En verdad se trata de una refundición (como toda la escritura, como ya se ha dicho mil veces y como yo creo haberlo repetido varias, si no aquí, en otros lugares semejantes). Mi primer blog en esta blogosfera se llamó "Antojolía de Poesía" (no intenten buscarlo, lo he borrado) y se trataba precisamente de eso, de una antología antojadiza de poesía. Tomé prestada la palabra "antojolía" del inefable JRJ (Juan Ramón Jiménez, el poeta español autor de, por ejemplo, "¡No le toques ya más / que así es la rosa!) y ello produjo alguna que otra confusión entre el público lector. Sin embargo, ese blog carecía de sustancia, a pesar de que se alimentaba de poesía (o quizá precisamente a causa de ello). La cosa es que un buen día me cansé de él, de no saber bien qué poemas poner, ni porqué ponía los poemas que ponía, etc. y entonces lo borré.
Pero lo borré para refundar otro, con un norte más definido pero que mantuviera lo de la antología antojadiza y aleatoria de poemas y he aquí que próximamente inauguraré p o e m a t r i z, mi nuevo emprendimiento poético. La idea rectora sigue siendo la misma, pero agregaré algunas líneas directrices más que ya tendrán ocasión de degustar, si son tan amables de seguirme en este nuevo desvío, que en breve estaré lanzando al éter del ciberespacio.
Entretanto, buscaba un poema con curvas o desvíos para compartirles y nada aparecía, hasta que me dije "algún surrealista tiene que venir a rescatarme" y así fue: André Breton, por supuesto, oficiará las galas curvas de este post, con uno de mis poemas favoritos, preanunciando la próxima aventura blogguera de esta poeta y escritora, ex astróloga, ex gestora de contenidos para sms, actual referencista y becaria de la UNLP, próxima a reinsertarse, si los dioses así lo quieren, en su bienamada carrera de Letras, por ya perdió la cuenta cuál vez.
Disfruten, por favor. Yo invito.

EN LA RUTA DE SAN ROMÁN

La poesía se hace en el lecho como el amor
Sus sábanas deshechas son la aurora de las cosas
La poesía se hace en los bosques
Tiene todo el espacio que necesita

No éste sino otro que condicionan
El ojo del Milano
El rocío sobre la planta cola de caballo

El recuerdo de una empañada botella de Traminer sobre una bandeja de plata
Un alta verga de tumolina sobre la mar
Y la ruta de la aventura mental
Que sube vertical
Y al primer alto se enmaraña

No se grita por las calles
Es inconveniente dejar la puerta abierta
O llamar testigos
Los bancos de peces la banda de pájaros
Los rieles a la entrada de una gran estación
Los reflejos entre dos orillas
Los surcos en el pan
Las burbujas del arroyo
Los días del calendario
La hierba de San Juan

El acto de amor y el acto de poesía
Son incompatibles
Con la lectura en voz alta del periódico

La dirección del rayo del sol
El fulgor azul que enlaza los hachazos del leñador
El hilo del palote en forma de corazón o de nasa
El golpear acompasado de la cola de los castores
La diligencia del relámpago
El chorro de almendras de lo alto de viejos peldaños
La avalancha

La cámara de los hechizos
No señores no es la Cámara de diputados
Ni los vapores de la recámara una tarde de domingo

La figuras de danza en trasparencias sobre las charcas
La delimitación contra un muro de un cuerpo de mujer al lanzar los puñales
Las volutas claras del humo
Los bucles del pelo
La curva de la esponja de Filipinas
Los lazos de la serpiente coral
La entrada de la yedra en las ruinas
Mientras dura prohibe toda caída en la miseria del mundo.

26 de junio de 2008

Un puente curvo

¿Alguna vez vieron un puente curvo? No un puente en forma de curva (como el modesto pero no por ello menos puente al fin que cruza la Avenida Figueroa Alcorta a la altura de la Facultad de Derecho; a propósito de él, déjenme decirles que cometí el pecado que seguramente habrán cometido todos los felices poseedores de un celular con cámara, de una cámara digital más o menos copada y aún de una vieja cámara a rollo: es decir, sacarle una foto a los autos que pasan raudos por debajo del puente peatonal, ignorantes de nuestro click originalisimo; como aún no entro en la onda del fotolog -mi "freakez" no da para tanto aún- tendré que postearla en algún otro momento, a cuento de vaya a saber uno qué); decía, no un puente en forma de curva sino un puente auténticamente curvo.
Las alertas de Google, benditas sean, me trajeron este regalo que aquí les comparto el 6 de mayo. Va primero la foto del puente en cuestión, que queda en Langkawi (Malasia), con los debidos créditos, y luego un blog donde podrán encontrar más información al respecto.
¡Vivan las curvas y los puentes curvos!


Imagen tomada de DeputyDog

Más información en Fogonazos

25 de junio de 2008

Las curvas y los agujeros negros (o el posible regreso de los posteos diarios)

A ver, a ver.
Intento que este blog retome su ritmo habitual, es decir, aquel esmerado y sanador propósito de un post al día. A ver. Cuesta un poco, diríase que ando media oxidada, y lejos está esto de ser una metáfora. Pero a ver. Si me zambullo de una vez en el mar blogguero, es probable que el óxido desaparezca y deje paso al río de la escritura.
Pero como no quiero que esto se torne excesivamente autoreferencial, ya que nunca fue esa la idea, recurro a las nunca bien ponderadas alertas de Google, como para ir calentando motores y esperar que con los días y los sucesivos posteos, vuelva la escritura espontánea y asimismo los demás blogs que regenteo (y uno nuevo que estoy pergeñando) se pongan en movimiento.
Ayer recibí un comentario de Mauro Allmeyda (¿recuerdan este post?) y eso me sirvió, entre otras cosas, de estímulo para regresar a por mis fueros bloggueros otra vez y tratar de no desviarme tanto como para ausentarme por completo de aquí, como me suele suceder con harta frecuencia. ¿Alguna vez comprenderé que cuanto más me ocupe de mi escritura en todas sus vertientes mejor me va en todos los demás aspectos de mi tonta vida?
Pero, ¡alto!, dijimos que nada de autoreferencialismos baratos y tan de moda y tan ajustados al medio, me cachís. Así que voy con la mencionada alerta gogglística. El 15 de abril de este año falleció el físico que bautizó a los "agujeros negros" como tales, esos misterios que no soy la más indicada para explicar, por lo que los invito cordialmente a leer la nota en cuestión. Pero sí quiero citar los dos últimos párrafos, que me parecieron muy reveladores:

"En 1939, J. Robert Oppenheimer, que luego se convertiría en líder del Proyecto Manhattan, y un estudiante, Hartland Snyder, sugirieron que las ecuaciones de Einstein habían hecho un vaticinio apocalíptico. Una estrella muerta de masa considerable podía derrumbarse sobre un grupo tan denso que ni la luz podría escapar de él. Esa estrella caería para siempre mientras que el tiempo espacial la rodearía al igual que un manto negro. En su centro, el espacio sería infinitamente curvo y la materia infinitamente densa, un absurdo aparente conocido como singularidad.

Durante una conferencia en Nueva York en 1967, Wheeler aceptó una sugerencia que le gritaron desde el público y comenzó a utilizar la frase "agujero negro" para escenificar esta posibilidad. "El agujero negro nos enseña que el espacio puede encogerse como un pedazo de papel hasta llegar a ser un punto pequeñísimo, que el tiempo puede extinguirse como una llama que se apaga y que las leyes de la física que consideramos sagradas e inmutables son cualquier cosa menos eso", escribió en su autobiografía de 1999."

Qué bueno que nada, ni siquiera las leyes de la física, sean inmutables. Aunque dé un poquito de miedo, un poquito bastante (¿a qué agarrarse si todo cambia constantemente?), es bueno saber que nada es inmutable, donde 'nada' quiere decir la vida, el amor, los romances, la escritura, las experiencias, las nubes, el cielo y todo lo que se les ocurra.
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