25 de octubre de 2008

Todo es conjura (¿o conjetura?)

Todavía azorada por el comentario de mi amigo D. (él siempre suele hacerme ese tipo de comentarios que me llenan de vergüenza y orgullo, que me dejan pensando pero que, como acabo de decirle en un mail, también me dan ganas de seguir posteando y de seguir con los objetivos que me he trazado para mi flota de blogs errantes), me puse a "revolver" mi cuenta de gmail (los bloggers cool tenemos cuenta en gmail!) donde esas maravillosas estrellitas doradas me recuerdan que en los mensajes así marcados hay material interesante para este y los demás blogs.
Primero me encontré con un excelente artículo de Nicholas Carr titulado "Is Google making us stupid?" (usease: "¿Google nos está volviendo estúpidos?") que vale la pena leer a pesar de su extensión. Aquí la versión original, aquí la traducción en el blog Adentro y Afuera. Es cierto que se lee más que nunca (otra cosa es qué se lee... y cómo...) y que de seguro las nuevas tecnologías están cambiando (y seguirán cambiando, me temo) nuestra manera de pensar, gracias también a la plasticidad de nuestro cerebro tal como allí se dice.
En mi caso particular, siempre me las he arreglado para leer como una desquiciada. Cuando iba a la facultad (estudiaba Letras, donde no se hace más que leer y leer y leer) me las arreglaba para leer no sólo los libros literarios (y los téoricos) para cada materia que cursaba sino que también me hacía un tiempito para "leer libros para mí". Sólo cuando se avecinaba un parcial o un final concedía en suspender esas lecturas no acádemicas. Siempre defendí y reservé un espacio para mi gozo personal, para leer lo que yo quisiera o creyera pertinente. En la actualidad no estoy cursando y en cambio estoy leyendo muchísimo y aún releyendo mucho más. No se trata sólo de mi semanal cacho de felicidad (léase, Fauna Abisal, donde he concretado al fin un proyecto que tuve durante muchos años en el freezer), sino de una necesidad imperiosa de volver a recorrer páginas que me cambiaron la vida o me alegraron sin tasa, en el convencimiento de que cada lectura y relectura es siempre diferente, precisamente porque nosotros cambiamos día a día, porque nuestro cerebro se reacomoda a nuevas emociones y situaciones y, por ende, no puede recibir del mismo modo algo que leímos diez o quince o veinte años atrás. Sería rídiculo -y tristísimo- que así lo hiciera.
Pero no siento, hasta ahora, como sostiene Carr, que Internet haya cambiado mi forma de leer, mucho menos mi forma de pensar. Y hace ya un año que tengo banda ancha, es decir, acceso continuo e ilimitado a este enorme manantial de conocimiento / estupidización o ambos (yo diría que ambos). Antes, cuando me conectaba por dial-up, lo hacía en horarios determinados y por un tiempo prefijado de antemano, por lo tanto el vagabundeo, tan similar al nervioso vuelo de las mariposas, para volver a citar mis insectos favoritos, la dispersión y la sensación de avasallamiento que a veces produce ese ir de aquí para allá, eran mucho menores, acotados, prácticamente controlados (o controlables). Ahora, en cambio, y en esto sí estoy de acuerdo con Carr, la dispersión y distracción es muy grande, y en general me cuesta bastante leer textos largos en pantalla. Pero nada me cuesta aún (¡por suerte!) leer una novela de 1000 páginas si me agrada y engancha (como lo hizo ese maravilloso mamotreto decimonónico y sentimental, La regenta, el último libro de esas dimensiones que he leido). Ruego a todos los dioses disponibles no perder esta capacidad, porque entonces creo que estaré perdida.
Quien sí me parece que está perdido es el autor del blog que comentaré brevemente a continuación. Está perdido en el mar de la conjura y de las teorías conspirativas que tanto agradan a las mentes de todos los tiempos. Literariamente creo que hay pocas cosas que funcionen mejor que ese tipo de tramas (y de allí el éxito del Código Da Vinci y de toda la estela de bazofias por el estilo que ha generado; los seguidores de Brownie y cía. se olvidan, o, mejor dicho, ignoran con total descaro que Umberto Eco ya había hablado de todo eso un millón de veces mejor en El péndulo de Foucault, pero vaya usted a convencer a un ñoño de su ñoñez!), pero llevarlas a la realidad -aun cuando de hecho esas y otras conjuras peores existan, lo cual es sencillamente escalofriante- me parece altamente peligroso. El sujeto que comanda este blog, que pretende (y cito textual) "denunciar a la ciencia física oficialista en manos del poder multimillonario religioso judío y judeocristiano protestante anglosajón y católico vaticanista, que con ideas y creencias falsas, fanáticas, truculentas, mentirosas estafadoras e imposibles, pretende elevar a la categoría de ciencia sus falsas creencias y dogmas basándose en las teorías físicas newtorrelativistas anglosajonas igualmente falsas, fantasiosas, erróneas e imposibles" está convencido de que el viaje a Luna ha sido un engaño y no ha existido jamás, que el calentamiento global no existe y todo lo riega con el mismo estilo plagado de invectivas, epítetos y adjetivos descalificativos al por mayor que uno no sabe si ponerse a reír a carcajadas o lamentarse por la locura del tipo. Pero ¿él está loco o los locos somos nosotros que sí creemos en el viaje a la Luna, en el calentamiento global y en la indubitable omnipresencia de Google como nuestro nuevo padre protector? (qué haremos el día que Google se desconecte como Hal 9000 me pregunto siempre...).
Como buena narradora que soy no doy respuestas sino que dejo flotando preguntas. Es, al menos, una de las cosas que me enseñó mi maestro.

1 comentario:

Daniel Medina dijo...

Vergüenza y orgullo, dos ideas que no se llevan. Deshacer una para construir la otra es lo que se impone.
No sería necesario, creo, aclarar que soy "D". Mi presencia me delata. No voy a hacerme cargo de lo que A.P. quiere dejar de lado. Ella misma.
Hay muchas cosa que, no siendo como posible -real- casuales, son evidentemente causales. Y, este post de A.P. no escapa a la regla.
Nadie sabrá si se trata de una mera coincidencia. Yo sólo sé que, Beatriz Sarlo, escribió en la "Viva" de ayer, algo muy por el mismo sendero que transita A.P.
Pero lejos de poner cuestiones, signos de interrogación donde correspondería, plaga su escrito de verdades acuñadas desde el "apañamiento" del poder mediático (hegemonía).
Esta dulce Señora (domesticadora de las letras), sabrá que es lo que hace; de ella misma y de lo que su pluma se hace cargo.
Acá, nada de eso. Acá siempre esta sana costumbre: llevarnos a pensar, a discernir, a dudar y cuestionar(nos).
Soy "D" de duda, es mi juego como el de la autora de este blog.
¿Dudamos juntos?

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