21 de marzo de 2009

El otoño y sus desvíos

Hoy comienza el otoño y esta es la entrada número 150 de este blog. 
Recuerdo que el año pasado, para esta misma fecha, hice un posteo meláncolico y un poco apagado, con un poema que había escrito no hacía mucho, en el que por supuesto hablaba de lo mismo de siempre (de mí y de mi amorosa circunstancia). Estuve a punto de hacer algo parecido hoy también, porque de nuevo el otoño me encuentra sola (¿y desesperada...? tal vez), porque de nuevo sus gatos amarillos maúllan muy lejos de mí y sus hojas caedizas no golpean ya a mi puerta y sus yeguas doradas no galopan sobre mis lomos y yo soy, de nuevo, la que mira pasar el espectáculo de eso que algunos se empeñan en llamar la vida, mientras otros son los que, de nuevo, actúan en ella. Pero ¡basta de poesía conmiserativa!, que era exactamente lo que no quería hacer hoy. 
Ayer tuve un mal día, es cierto, y hoy sólo mejoró en cuanto pude ocuparme de lo único que tengo que ocuparme, es decir, mi escritura. En cuanto me zambullí en ella, el mundo y todos sus estúpidos avatares, y todos sus habitantes, especialmente ciertos músicos, actuales y pasados, desaparecieron del horizonte y ante mí se extendió, soberana, la pantalla despojada con sólo la página que estaba escribiendo y lo que en ella se estaba creando, lo que en ella yo voy creando a medida que lo escribo, a medida que lo saco de mi cabeza y lo pongo ahí. Si eso no es la felicidad, se le parece bastante. 
Pero desde ayer que estaba pensando en hacer algún posteo especial el día de hoy y, reitero, antes de caer en la poesía del hoyo, en el amor que me desaira de nuevo, en la repetición insoportable e impepinable de conductas cuyos resultados son obvios y predecibles y malos para mí (pero aún así insisto... he concluido que la misión del inconsciente es insistir, amigos), antes de volver a ser la unhappy girl que era cuando moría de amor por Jim Morrison, he preferido apostar a los colores. El mundo (es decir, no el planeta y sus maravillas, sino lo que nosotros, especie humana, hacemos con él) ya es lo suficientemente oscuro como para agregarle más oscuridad, ya sea desde el poema, la vestimenta o incluso la actitud. No more black. No more tears. And no more procrastination, como he puesto por ahí. No more hablar y no hacer. No more engendrar deseos que no se cumplirán, la peor de las pestes en palabras de William Blake. No more pesimism. No more ugly vibrations. No more half-empty glasses. Pero sobre todo no more black and grey. 
Desde hace ya bastante tiempo que vivo sobrecogida y fascinada por el color. Prueba de ello son los mandalas que vengo pintando desde, exactamente, el comienzo de la primavera pasada. También lo es la decoración de mi estudio, que ha cambiado radicalmente en los últimos tiempos. Y mis ropas. Amarillo, fucsia, rojo, se han sumado al sempiterno violeta en todos sus matices. Quiero, deseo y necesito ver mucho color a mi alrededor. Y todo esto viene a cuento por no sólo las fotos que ilustran este post ("flores otoñales", podríamos llamarlas), sino por la herramienta que me permitió dar con tan bellas creaciones: se llama Multicolr Search Lab y lo pueden ver en acción aquí. Se trata de un motor de búsqueda de imágenes por colores, en el que se puede armar una paleta de hasta diez colores, pero con poner un solo color ya es suficiente para quedarse boquiabierto ante los resultados.
Y así, poniendo un tono de amarillo, otro de naranja, luego un ocre y finalmente un rojo, di con estas bellezas de la Naturaleza con las que quiero celebrar el comienzo del otoño, una de mis estaciones favoritas, aunque no pueda, este año tampoco, empezarla enamorada y en los brazos de mi amor como sí pude hacerlo en un otoño ya mítico, ya tan lejano y ajeno que parece (¿que es?)  irreal. Y para que la celebración sea tal, en lugar de hojas muertas, vencidas ya por el ciclo de la creación, elegí flores, flores vivas y cimbreantes, frágiles pero fuertes, enteras, dignas, fluyentes y majestuosas, como quiero pensarme yo, como quiero ser de una vez por todas. 
Frágil pero entera. Fuerte pero tierna. Viva, cimbreante, cálida y voluptuosa, una fiesta para el espíritu y para los sentidos. Como ellas: 









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