Entre las innúmeras maravillas que nos rodean, y que nos obstinamos en ignorar o que nos inducen sagazmente a ignorar los que dominan el mundo, están los animales. A pesar de que el hombre esté dotado de razón, lenguaje y entendimiento, en ocasiones creo que nuestros peludos compañeros de planeta son mucho más inteligentes que todos nosotros juntos. Opiniones filósoficas al margen, el mundo animal produce siempre en mí una enorme fascinación. De más está decir que amo profundamente a mis gatos (y a todos los felinos, desde luego) y que me subyugan, como ya se ha visto en este mismo blog, las mariposas, las libélulas y las luciérnagas (los entrañables "bichitos de luz" de mi infancia).
En ese mismo nivel de subyugación están los colibríes (o picaflores), con sus larguísimos picos curvos, sus alas rapidísimas y sus breves cuerpecitos que se sostienen mágicamente en el aire mientras liban el preciado néctar de las flores. Recordé mi fascinación por estas aves gracias a una alerta de Google, y ello me llevó a recordar también que hace un par de semanas vi, en Animal Planet, un programa con los diez animales más raros y curiosos del orbe, entre los que se encontraban el mono narigudo (o "mono probóscide"), el cangrejo cacerola, el pejesapo, el aye-aye, el ornitorrinco, el oso perezoso y varios más que ahora no recuerdo. Pero comentándolo con un compañero de trabajo dimos con este post de Taringa donde se encuentran casi todos ellos, además de otros igualmente extraños y fascinantes.
Aquí encontrarán la alerta de Google que me trajo hasta aquí y aquí (perdón por la proliferación de "aquís") una página dedicada al pejesapo, uno de los bichos más feos y espeluznantes que he visto en mi vida. Las hembras poseen una especie de "farol" que cuelga encima de sus cabezas para iluminar y atraer a los machos, ya que estos peces pertenecen, verdaderamente, a la "fauna abisal" (je je): se desplazan en las profundidades, donde nunca llega la luz del sol. Los machos son pequeñísimos en comparación con las hembras y viven "pegados" a ellas, en forma de diminutas protuberancias que, durante mucho tiempo, no se pudo determinar qué eran, hasta que los científicos determinaron que se trataba de los machos, que se "imbricaban" o "incrustaban" en los grandes cuerpos de sus hembras una vez que las fecundaban...
Pero no quiero irme (el frío está azotando mis bellas manos de pianista, oh!) sin antes dejarles una hermosa foto de un colibrí/picaflor, para que reparen en la frágil belleza que nos rodea y que siempre (es decir, siempre que querramos) está a nuestro alcance:
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