6 de enero de 2010

Las imágenes de la curvilínea

Finalmente, he decidido hacerles caso a mis dos amigos fotógrafos (ella y él) y dedicarme, si no profesionalmente, al menos seriamente a la fotografía. Como es repetido testigo este blog (y, desde luego, este) la fotografía y yo no somos extranjeras. De hecho, siempre me gustó sacar fotos. Y, cosa curiosa, otra cuestión interesante para anotar acerca del 2009 es que ha sido el año en el que más fotos me han sacado, ever. Creo que ni cuando era chica fui objeto de tantos flashes y teleobjetivos. No sé bien a qué se debió esto. O, mejor dicho, sí. 
En mi familia, tanto de un lado como de otro, siempre se usó mucho sacar fotos y guardar imágenes varias como recuerdo. Pero, como también he dicho por algún lado, mi familia un día se rompió y ya no hubo momentos Kodak que inmortalizar. No había habido tampoco muchos antes, pero después de eso fueron aún menos. Las pocas fotos que hay, entonces, de mi adolescencia y juventud existieron gracias a la cámara de mi hace ya diez años (¡oh, tanto tiempo ha pasado, tanta agua bajo el puente, tanto lodo por la espalda!) ex mejor amiga. Y ni siquiera las tengo escaneadas. He prometido escanearlas alguna vez para que todos vean mi orgulloso pasado metalero, pero no será hoy el día. Luego, aparecieron algunas fotos más. De la facultad,  de mi nueva mejor amiga. Del casamiento donde firmé como testigo (la única vez que un registro civil tuvo -¿tendrá?- mi firma). Luego, nada. Hasta el 2009, reitero. Si pasan por mi perfil de Facebook y revisan todas las fotos en las que estoy etiquetada, verán que llegan al centenar. ¡Yo, etiquetada en un centenar de fotos! ¡Yo, que me creía nada fotogénica, que siempre estaba acomplejada por mis caras o mi sonrisa o mi pelo o vaya Dios a saber qué, que tan tremendo pavor me daba antes salir en una foto...! Fue precisamente en el 2009 que descubrí la gran falacia que se escondía detrás de ese horrible (y tonto) cuco: no era cierto que no fuera fotogénica y no tenía nada de qué avergonzarme, tal como todas mis caras sonrientes y payasas (en el buen sentido) así lo atestiguan. 
Y confieso que me sorprendí la primera vez que descubrí que salían tan bien las fotos. Es decir, lo que me sorprendió no fue la calidad fotográfica de las imágenes sino lo radiante que yo salía (¡que yo salgo!). ¿De dónde venía esa risa diafána y sin complejos? ¿Cómo podía ser? ¿Acaso no era yo la poeta atormentada, el alma en pena, la supliciada pizarnikiana incapaz de esbozar ni una sonrisa irónica siquiera? ¿Dónde estaba la de la triste figura? ¿Quién era esta mujer que me sonreía con mi propia cara, rodeada de un montón de gente igualmente feliz y descontracturada? ¿Qué pasó allí?
Y allí pasó lo que tenía que pasar tarde o temprano. La metalera y su costado gothic-dark quedó en el pasado, la pizarnikiana decidió abrazar estros poéticos más sustanciosos y nutritivos, el aura de negrura desapareció por completo. La tipa creció, en definitiva. Y se animó a sonreír, a pesar de los tropiezos y los estropicios varios cometidos por su corazón. Se animó a posar para las fotos, pero paradójicamente ese posar era mucho más verdadero y auténtico que las anteriores poses de "qué tragedia es mi pobre vida", "qué sufrimiento tengo", "cuánto falta para la hora final" y "qué bien que escribo cuando agarro mi maquinita pizarnikiana y escribo poesía desde el hoyo". Hacer morisquetas, reír a mandíbula batiente, no estar pendiente de las voces del Censor y del Crítico internos dieron por resultado todas esas fotos en las que se me ve, ¡oh, sí, dilo de una vez!, feliz. Y tengo que aclarar: feliz sin él (ya saben quién es él). 
Bueno, mi idea para este posteo era otra, pero como he dicho más de una vez, la escritura es así, uno quería un perro violeta y le sale un ornitorrinco púrpura (o al revés), así que dejo las imágenes que iba a postear para otro momento, y declaro entonces que estoy a punto de comprarme mi primera cámara digital, desde luego no profesional, pero sí lo más completa y copada que pueda. Y una vez que la tenga... ¡agarrénse! Voy a llenar todo de fotos! 
Ahora los dejo con algunas curvas que capturé con mi telefonito:





Cúpula interior del edificio donde funciona la SEA (estación de trenes de Once)








 La horrible pero bella flor de acero en la avenida Figueroa Alcorta







Interior del anfiteatro de la Manzana de las Luces

2 comentarios:

Daniel Medina dijo...

Te agradezco la mención, es un honor para mí ¿Qué decirte? Tus fotos son muy buenas, las tres de este post. Quizá baste con decir que te espero por Buenafoto si es tu deseo que te hablen de foto. En cuanto a “hablarte”, pocos hay que estén a la altura. Adelante con los “clics” (¡El sonido de la muerte!)

Karina Sacerdote dijo...

Compinina fotógrafa!!!
Preparate para salir en mil fotos este 2010!!!
Te quieroooooooooo
Sos lo más!!!

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