27 de abril de 2010

Las curvas y los caminos de la vida

¿Alguien ha notado los hermosos días que este otoño nos está regalando, al menos por estos lares? Días de sol, templados, con unas ligeras brisas que despeinan lo justo y sólo a la mañana muy temprano o a la noche ya tarde son plenamente frías. Días con hojas que crujen y con rayos de sol que se inmiscuyen entre ramas todavía verdes. Días tan doradamente otoñales que parecen primaverales. Espero que alguien lo haya notado porque yo también estaba a punto de perdérmelos (irremediablemente, lo que es aún más triste) sumida en mis tribulaciones habituales: que si yo lo quise y él no (o sí); que si se terminó; que por qué tiene que haber alguien sí o sí en mi vida para que todo lo demás se mueva; que por qué siempre me busco cosas, amores y pasiones complicadas; que de dónde vengo; que a dónde voy; que por qué soy siempre la otra, la amante, la clandestina; qué que importa; que por qué me importa ahora y no antes; y así por el estilo. Y a todo esto se sumaba la tremenda, incontestable, insalvable tribulación de ser una indocumentada más y, por si fuera poco, no tener ningún acceso al dinero ganado con el sudor de mi frente (o de mis dedos, digamos). Todo tragedia, todo traba, todo tan lindo para las ensaladas rusas de mi psiquis a las que soy tan afecta. Buhhh.
Por suerte, una parte de esas tribulaciones tan improductivas ya se ha terminado: hoy he vuelto a pertenecer a la tribu de los documentados, al clan de los legales, a las huestes de aquellos que hacen las cosas como deben hacerse (por lo menos... ciertas cosas; respecto a otras, nunca aprendo, al parecer). Y consecuentemente ya he accedido a mis dinerillos y ahora tengo que empezar a pagar deudas y cuentas pero bueno... es mejor eso que no poder disfrutar ni usufructuar lo que es mío. Y todo porque, esta vez, no me quedé esperando
Esperar. Es todo un tema para mí. Odio esperar, digo siempre, y sin embargo esperé años por el amor de cierto hombre (ya saben quién). Odio esperar y sin embargo estaba dispuesta a seguir esperando el fuckin' documento que nunca llegaba (y que probablemente iba a llegar para mi cumpleaños o para el día del arquero -pobres los arqueros ¿no se merecen ellos también su día?). Odio esperar y sin embargo soy perfectamente capaz de hacerlo porque mientras uno espera está totalmente dispensado de hacer nada más (es decir, así funciona el autoengaño al que lleva la espera inútil y prolongada). Uno no está ahí sin hacer nada... está "esperando". Y mientras tanto la vida pasa, el documento había que ir a reclamarlo y los amores es mejor declararlos cuando se sienten, cuando revientan contra las entrañas que guardárselos años y años como tesoros hundidos en un galeón pirata. Pero no, no, uno "espera", ergo, no tiene que hacer nada... salvo "esperar". Esta clase de pensamiento tautológico y perturbador me ha llevado por caminos muy erróneos a lo largo de mi existencia; por eso celebro esa lucecita que hoy me dijo "andá a buscar tu documento y a la mierda todo" porque en efecto allí estaba el muy ladino (¿esperándome él a mí, acaso?). Quizás hubiera llegado por correo tal como me dijeron cuando lo tramité, pero es evidente que no iba a ser en el transcurso de esta semana como yo tan ilusamente creía...
Señalo todo esto de los caminos de la vida a propósito de una imagen que mi amigo D. comentó en la red social Buena Foto haciendo bandera (ay, ¡cómo lo quiero!) de este espacio curvo y desviado. Al ver la foto comprenderán por qué D. ha tenido esta nueva deferencia con su amiga e ¿hija del corazón? (ja ja), con su princesa, como tanto le gusta llamarme y como tanto me gusta a mí que me llame. Así pues la moraleja de todo esto para mí es: de vez en cuando vale la pena esperar (pero muy poco, tampoco la pavada), pero en otras ocasiones hay que dejarse de remilgos y mariconadas y, simplemente, actuar (aunque sea algo tan trivial como ir a buscar un puto documento). 
¡Disfruten la imagen...!















Fotografía de José Francisco Girona

1 comentario:

Eowyn dijo...

Si si :) Em encanta el Otoño, me gusta acostarme con muchas frazadas (me niego aún a prender la calefa) y despertarme con el sol asomando (aunque deberia hacerlo con el sol aún abajo). Y que bueno que decidiste no esperar más!!! Una vez más lo dificil es saber hasta cuando esperar y si ahi hay que tomar acción o simplemente abandonar el sueño...

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