13 de julio de 2014

Depredador (o La literatura es así)

Quizás hoy no sea el mejor día para postear acá, pero fiel a mi costumbre y para no romper la cábala que le he prometido a un amigo muyyyyyyyyyyyyyyy futbolero, haré de cuenta que es un domingo como cualquier otro y escribiré lo que tengo ganas de escribir desde hoy. Me mantuve alejada de aquí porque mis múltiples ocupaciones más la escritura de la novela más la vida misma no me dieron demasiado respiro (y lo celebro). Desde mediados de mayo que vengo tiki tiki tiki dándole a las teclas y reescribiendo toda la novela que, como recordarán, ya ha sido comentada por aquí. El caso es que ya se ha convertido en otra cosa y que "la vida", "el destino", "el azar" (no sé) me siguen dando tela para cortar. La novela se convirtió en otra cosa porque donde antes me concentraba en contar únicamente las incidencias de mi amor Frankenstein, ahora he decidido concentrarme en muchas otras incidencias que también contribuyeron a que las cosas fueran como fueron con él (y con otros también). La novela se convirtió en otra cosa porque en todas las demás versiones yo usaba iniciales que si bien desdibujaban ligeramente a los personajes a mis ojos seguían siendo los mismos, pues eran sus iniciales verdaderas en casi todos los casos; en la nueva versión, los personajes tienen nombres. Nombres que no son sus nombres reales, nombres que los convierten, inmediatamente, en otras personas aunque sean tan parecidas a las reales y hasta digan las mismas cosas que ellas. La distancia que he logrado así es espeluznante. Pero la novela también se convirtió en otra cosa porque hoy decidí cambiarle el título (¡chan!). Ese título al que yo me apegaba casi como a un mantra (si se repite muchas veces seguidas creo que puede llegar a convertirse en uno) fue cambiado de buenas a primeras cuando releí uno de los epígrafes que había elegido para esta nueva versión (tampoco conservé ninguno de los que con tanto cuidado había elegido antes... ah, la literatura es así). No revelaré el nuevo título para seguir con las cábalas, pero una de las palabras que lo componen está presente en el título de este post. Eso también hace que la novela ya sea otra cosa. Y por si todo esto fuera poco, esta mañana, al despertarme y chequear los mails por el telefonito (esa horrible costumbre que debería erradicar de mi ser, pero que no creo posible ya) encontré que El Innombrable se hacía nuevamente presente en mi vida, esta vez para enviarme unas fotos que me sacara durante el verano y que yo ya tenía. ¿Para qué me mandó esas fotos? No sé. No las acompañaba texto alguno. Oh, siempre jugando al misterioso. Decidí no contestarle nada pero me ha costado mantener esta decisión, especialmente hace un rato, cuando yo encontré, además de las fotos esas, otras que yo le había sacado a él la última vez que nos vimos. ¡Ah, recursivos, iterativos, repetidos hasta el infinito como si nos estuviéramos reflejando en sendos espejos, Narcisos imposibles...! Qué manía. Y mi vida amorosa que es un páramo y en nada ayuda a mantener decisiones sabias y adultas como esta de NO contestarle. Porque si le contesto ya sé como sigue la cosa: empezamos con que por qué no nos vemos, "sólo para hablar" y después terminamos en la cama y después... qué importa del después, decía el tango. Sí, ya sé, pero acá importa, porque en el después yo siempre quedo igual: sola, extrañándolo y perdedora. No, gracias. Esa película ya la vi tantas veces que me aburre tanto como el Mundial (bueno, tal vez un poquito más). Tan sólo espero que esta nueva versión (ahora sí que es totalmente nueva...) de la novela me ayude a cerrarle el camino a la obsesión, a la adicción, a la maldición que él representa para mí. Estas páginas ya han dado cuenta de ello numerosas veces. Una vez más no creo que le moleste a nadie. Pero a veces creo que ni una arenga de Mascherano me saca a este tipo y su maldita sonrisa de la cabeza, del corazón y de otras partes del cuerpo donde aún sigue metido. Ufa.

Imagen: Analía Pinto (2014)

No hay comentarios:

Related Posts with Thumbnails