22 de febrero de 2008

Discurriendo por los desvíos de la literatura

Interesante comentario el de Daniel Medina a "El escritor y el desvío, II". En lugar de contestarle allí, aprovecho para ponerme a discurrir aquí a propósito de su propuesta, de la que rescato lo siguiente:

"Allí donde la novela es, como propuesta (sospecho nuevamente), "trampa", porque atrapa (atrapar: Del fr. attraper, der. de trappe, trampa), el poema suelta, libera."

Es taxativamente cierto que la novela 'atrapa': ¿cuántas veces no hemos dicho "esta novela me atrapó"? Cientos. Ése es el mérito del género y del novelista: sólo si logra atraparnos en su sueño vívido podemos transitarlo sin fatigarnos, así tenga 50 o 1000 páginas. Las 1000 páginas del Quijote, las 1000 páginas de La regenta, las cientos y cientos de páginas escritas por Erica Jong, sólo por citar tres ejemplos que me son muy caros, se dejan leer con absoluta paz, con mórbida calidez, con el deleitoso abandono propio de los amantes, ya que sus autores se preocuparon por esquivar sus desvíos (o, como en el caso de Cervantes, los convirtieron en parte de la obra misma -recuédense las "novelitas" incluidas en el Quijote, como la novela del "Curioso impertinente" o las "bodas de Camacho"- y no sería ocioso mencionar aquí que las novelas eran, en aquel entonces, antes de que Cervantes las transformara en lo que serían luego, esas historias "exemplares" intercaladas entre otras historias, breves y sustanciosas, en ocasiones con moraleja incluida) y hacer que el río de la novela fluyera por los cauces adecuados.
Es igualmente cierto que el poema 'suelta' (let go, en inglés), a condición de haber sujetado de los pelos o de las orejas al poeta primero para que el poema pudiera manifestarse y ser, luego, ese dispositivo textual que nos permite liberarnos de demonios, fantasmas, fantasías y también de la fealdad, la crueldad y la hipocresía que reina en el mundo. El poema suelta porque quien llega hasta él ya está atrapado en todos estos miasmas que he mencionado y sólo a través de la belleza puede ver alguna salida. No necesita evasión (de la buena, se entiende), como el lector de novelas, sino liberación, más aún, rendición: porque ¿qué hace uno si no rendirse cuando lee un poema que le llega a lo más hondo, que le revela una parte de sí que no había visto -que no quería ver- o que le pone en la boca las palabras para dar cuenta de lo que estaba sintiendo en ese momento y su lengua se resistía a hacerlo por él? ¿Qué es ese sentimiento sino una rendición, una capitulación, el reconocimiento de que lo que está dicho allí yo no podría decirlo jamás así pero es exactamente eso lo que siento en mí?
Y aquí es donde creo que Daniel dice lo que a mí me hubiera gustado decir, justamente:

"Pero el poema (estanque) está siempre detenido, hasta que nuestra lectura lo movilice hacia nosotros mismos (movilizarse, pronominal). Quien tenga el valor de perforar ese apacible estanque, tendrá que vérselas, tarde o temprano, con la descomunal violencia con la que "sus aguas" romperán la paz que nos producía."


AP

1 comentario:

Daniel Medina dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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