15 de febrero de 2008

Sweeney Todd, un auténtico desviado


Anoche fui al cine a ver Sweeney Todd, la última película del director Tim Burton, protagonizada por su actor fetiche Johnny Depp. No soy fanática de Burton ni nada que se le parezca, aunque es indudable que su cine ya es una marca registrada dentro de la chata y anodina oferta de Hollywood en general. Sin embargo, y debido justamente a eso, a que Burton ha demostrado a lo largo de los años algo que muy pocos dentro del arte pueden mostrar, esto es, originalidad, esperaba mucho más del film.
Sweeney Todd está basado en una comedia musical de Broadway estrenada en 1979, cuya música fue absolutamente respetada por Burton y cuyo argumento fue ligeramente modificado a los fines del film. A su vez, dicho argumento hunde sus raíces en un motivo folclórico europeo, el del hombre cuya "vida perfecta" ha sido tronchada (o, cuac, desviada) de alguna manera y regresa años después transformado en otro para ejecutar su fría y esperada venganza. Así, Sweeney Todd (formerly known as Benjamin Barker) me recordó vivamente a otro personaje literario obsesionado (o presa de una obsesión): el capitán Acab, de la inmortal novela de Herman Melville Moby Dick. Al igual que Acab, Todd en un momento de la película exclama que aunque mate a otros cien desprevenidos clientes de su barbería no hallará satisfacción alguna hasta no aniquilar a su Némesis, el juez Turpin, quien no lo sólo lo encarceló injustamente sino que le robó a la mujer y la hija.
Huelga decir que la fotografía, la realización, el vestuario, la caracterización, la ambientación y los efectos especiales son absolutamente remarcables y perfectos. Las actuaciones no dejan de ser buenas y allí resalta el hecho de que todos los actores hayan salido bien parados del desafío de cantar y actuar al mismo tiempo, especialmente Johnny Depp, de quien poco se esperaba en este sentido (pero basta recordar que el bonito Depp supo tener una banda de rock en alguna ocasión). Capítulo aparte se merecería la música, especialmente la incidental, de una calidad orquestal superlativa. Hasta acá todo bárbaro. Bingus, bingui, como diría mi maestro Marcelo di Marco.
Pero en cuanto nos adentramos en la trama, la peli-comedia musical un poquitín sangrienta, un poquitín bizarra, sumamente darky, empieza a hacer agua. Como en un tragedia griega cada personaje está claramente delineado y no admite fisura alguna: el malo super malo del juez, el bufón bufonesco del signor Pirelli, el niñito hambrientamente dickensiano Toby, la núbil quinceañera hija de Todd, de quien se enamora el inocente marinerito Anthony, la aparentemente servicial y codiciosa Ms. Lovett y, por supuesto, el atormentado Todd, siempre con la idea fija de pasar por la navaja, como Acab por el arpón, a su enemigo mortal. No hay sorpresas: los buenos (Johanna, la hija de Todd, y Anthony) triunfan aunque su final queda relegado a la mente del espectador, ya que no lo vemos huir victoriosamente juntos, como todos deseamos que lo hagan; los malos, pasados sin piedad por el filo de Todd; la pérfida Ms. Lovett condenada a su propio infierno pestilente luego de que se descubra su mentira ("yo no dije que hubiera muerto, sólo que se había envenenado" es su taimada disculpa respecto del destino de la mujer de Todd tras su encarcelamiento) y Todd en medio del escenario, sin ningún deus ex machina que venga a redimirlo una vez que su propósito ha sido cumplido.
El tono de comedia negra que Burton le imprimió al film es más que acertado pero quizá hubiera sido deseable que se enfatizara aún más el contrastre con las partes verdaderamente tétricas y más aún, gore, del film (*), que por momentos, breves, decae ligeramente y hace que el espectador se empiece a remover inquieto en su butaca (cuando no, como al menos varias personas anoche, retirarse raudamente de la sala). Más allá de esto, la película es evidentemente buena pero lastiman un poco la retina los lugares comunes de la que está plagada, lugares comunes que uno, o al menos yo como neófita en el cine de Burton, hubiera esperado que no estuvieran o que estuvieran atenuados o transformados en algo un poquitito más elaborado.
Sirva todo este introito para mi reflexión curva y desviada del día: la vida de Benjamin Barker fue desviada. Él era un hermoso barbero con una hermosa familia hasta que un hombre investido de poderes terrenales decidió tronchar, desviar, cambiar eso para siempre. No pudiendo conseguir el amor de la mujer de Barker por medios lícitos decide tomar un atajo, un desvío: hacer desaparecer a Barker de la escena encarcelándolo y secuestrar a la esposa e hija ahora destinadas a la merced de Dios. Esa circunstancia fuera del libreto de una vida ordinaria y normal transforma al pacífico Barker en el asesino demoníaco Sweeney Todd. Y una vez que su vida ha sido desviada, no aceptará desvíos de ninguna clase: lo único que quiere es deshacerse del que lo despeñó en un infierno que él no quería, que nadie querría para sí, de una vez por todas y cuanto antes mejor. Sólo los buenos e interesados oficios de Ms. Lovett, otro desvío, otro personaje desviado, harán que Todd consume su venganza a su debido tiempo.
Entonces, una vez que su brazo está completo otra vez Todd avanza en línea recta hacia su objetivo y nada lo desvía de él. Sólo después de reparado el daño inflingido las cosas pueden volver a ser lo que eran. Así, al menos, lo creían los atiguos griegos, los creadores de la tragedia. Pero, ¿qué puede volver a ser igual después de torcer tanto el rumbo que Benjamin Barker ya ni siquiera existe y será, para siempre, Sweeney Todd, el demoníaco barbero de la calle Fleet? Esto es: ¿se puede volver del desvío una vez consumado?

AP

rumiante y curvilínea

(*) Las partes gore no son aptas para impresionables. Me hicieron recordar las épocas en las que escuchaba heavy-metal a todo trapo, leía sin espantarme a Poe y a Lovecraft y me encantaban las películas de terror.



1 comentario:

Liliana V. dijo...

Me gustó cómo tocaste el tema; es verdad lo de vestir otra piel y ser otra persona al final del camino.
Un beso
Liliana

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