10 de marzo de 2008

El desvío existencial (o la existencia desviada)

Hoy es un día particularmente triste. Un día que no había arrancado demasiado bien (me desperté tarde, los gatos alborotaban mi cama, una de las mininas insistía en refregarme sus morros por la nariz, la otra se había aposentado ronroneante en mi espalda, los otros se colgaban de las carteras que cuelgan del picaporte de la puerta, y así, todo lo que puede parecer tan bello y bonito es una auténtica pesadilla cuando uno sólo quiere seguir durmiendo): los derroteros y meandros propios últimamente me vienen ¿desviando? hacia parajes que para mí sería mejor abandonar de inmediato; no sé si ellos me desvían o si yo, gustosa evasora profesional, me dejo desviar complacida para no poner la energía donde tengo que ponerla. Como sea, no estaba de buen humor, salí tarde, los colectivos pasaban atiborrados de gente, el que por fin paró es el ramal que más tarda en llegar a mi punto de destino (destino, ¡qué palabra en este momento!).
Llegué por fin a mi puesto de trabajo, la oficina, la entre nos llamada redacción, donde un periodista y una servidora redactan contenidos para distribuir por SMS, donde todos los días la radio y la tele están prendidas, donde las noticias más locas son comentadas sin piedad, donde siempre hay risas, donde Martín Libermann marca el pulso de la mañana, donde los titulares de Crónica no dejan de repiquetear con su marcha cuasi militar de fondo... Pero hoy no estaba mi compañero habitual sino otro de mis compañeros, el que lo sucede por la tarde en tan noble tarea de información y entretenimiento a un mensaje de texto de distancia. Mi compañero de siempre había viajado el fin de semana y le había pedido que lo reemplazara durante la mañana, que él lo reemplazaría por la tarde, para poder descansar después del viaje, acomodarse, etc.
Como dicen las malas novelas, "nada hacía presagiar" lo que sucedió luego. Una llamada perdida que no se escuchó, un mail que no se vio a tiempo y una noticia demasiado llamativa en la web de La Voz del Interior desencadenaron una sucesión de llamadas, miradas y lamentos que todavía no tiene fin. Mi compañero había tenido un accidente en el regreso de su viaje y aunque él y su hija mayor se encontraban bien, habían fallecido su mujer y su hijita menor, de apenas once meses.
Shockeados, consternados, sin saber muy bien qué hacer, seguimos trabajando o haciendo como que, mientras la noticia se confirmaba, salía por TN y ya no había vuelta atrás: no era un chiste ni una joda, ni siquiera un mal sueño. Una vida había sido desviada, sin previo aviso, sin su consentimiento, sin siquiera darle tiempo a decidir si quería tomar ese desvío. Inmediatamente vinieron a mí los versos de Horacio, aquellos del famoso carpe diem, pero más todavía de lo que dice inmediatamente después de "agarra el instante": "en lo más mínimo te confíes al mañana". Es decir: viví hoy porque mañana no sabés si estás; viví ahora porque el desvío, el azar, el destino, llamalo como quieras, acecha en la vuelta de cualquier esquina; viví ya y no te hagas tanto problema por lo accesorio, lo contingente, lo que al fin y al cabo no tiene tanta importancia, porque en cuanto te distraés un cachitito la vida o la muerte o lo que sea dice "no va más" y todo lo que planeabas, pensabas y sentías, ¡pum!: o se desvanece para siempre o adquiere un rumbo que jamás te habías imaginado. No te desvíes de la senda que te hayas trazado, sea ésta cual sea, porque la vida se encargará de desviarte tarde o temprano. No jodas más con tus embelesos y tus embelecos (esto me lo digo a mí misma más que a nadie) y ocupate de lo que realmente interesa y tiene algún valor trascendente para vos.
El camino es uno y los desvíos, muchos. Demasiados. Y hay uno del que no podremos, por más que queramos, zafar. Así que en lugar de penar por los rincones por quien ha decidido retirarte de su vida, por quien ha decidido ignorar tu existencia, por quien ha considerado bueno regalarte el don de la indiferencia, ponete a hacer lo único que sabés hacer bien (escribir, crear mundos y versos con palabras) y todo lo demás, un nuevo amor, un hijo, tal vez una familia, vendrán en el momento oportuno, en tu propio kairós, no ya en el suyo.
No soy creyente pero si alguien quiere elevar una oración por esas dos almas que no conocí personalmente pero que siento lo mismo que si las hubiera conocido, habrá mucha gente agradecida y confortada.

AP

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