Después de leer el siguiente artículo he comprendido porqué me fascinan tanto los abismos (abyssus abyssum invocat), los agujeros negros y todas aquellas cosas y seres que irradian fascinantes ondas enérgeticas alrededor de sí. Porqué he preferido siempre caer en lugar de evitar tales fuerzas gravitatorias. Pero tal vez sea hora de probar nuevas estrategias, como por ejemplo volverme yo misma una gran masa cuya fuerza de atracción haga que los demás caigan bajo su influjo y no ya al revés. Este blog y el nuevo rumiante son intentos de eso. No sé cómo saldrá. Tampoco importa.
La presencia de un objeto de gran masa (cantidad de materia contenida por el objeto ó si se me permite cierto rigor científico: el coeficiente de inercia de un cuerpo o la resistencia que el cuerpo opone a las variaciones de su estado de movimiento o de quietud) afecta de manera notable el espacio que lo rodea, y ésta influencia es tal que otros objetos que circunstancialmente transiten por las inmediaciones pueden ver afectado su comportamiento.
Es posible que en alguna oportunidad te hayas preguntado porqué giran los planetas alrededor del Sol (un objeto de gran masa) o porqué los cometas describen una trayectoria elíptica entorno al mismo. La respuesta se basa en el concepto de espacio curvo.
Para entender esto te propongo una simple experiencia que requiere la colaboración de tu familia, una sábana, una pelota de fútbol y una bolita. Lo primero que tienes que hacer es desplegar la sábana y tensarla horizontalmente lo más posible logrando así un plano que será una réplica casera de nuestra porción de universo. El segundo paso (y primera parte de nuestro experimento) es arrojar nuestra pequeña bolita sobre la sábana. Observarás que la misma describe una trayectoria rectilínea (línea recta) a lo largo de nuestro improvisado universo hasta que, finalmente, caerá por el otro extremo del mismo (a no ser que alguien lo evite). Ahora vamos a “afectar” nuestro espacio (el plano formado por la sábana) colocando en él un objeto de gran masa (la pelota de fútbol). Arroja nuevamente la bolita y observa lo que ocurre con la trayectoria de misma. En efecto el pequeño objeto, animado de un movimiento rectilíneo, sufre una clara desviación de su trayectoria en las cercanías del otro mayor. Dicho desvío se produce porque el espacio literalmente se ha “curvado” por la presencia del objeto de gran masa.
Por supuesto el movimiento de los astros es algo más complejo que el de nuestra pequeña esfera, pero su explicación es fundamentalmente similar. De igual forma imagina estar a bordo de una astronave y en las cercanías de un agujero negro (objeto estelar inmensamente masivo). En principio advertirías una gran atracción gravitacional (tu nave se desvía de su trayectoria original y tiende a “caerse” en el espacio curvo que rodea al agujero negro). Luego notarás una desaceleración de los procesos temporales (el tiempo transcurrirá más lentamente) característica ante la presencia de un objeto de gran masa (Relatividad general). Deberás estar muy atento a no superar el “horizonte de los acontecimientos” o “radio de Schwarzschild”, un confín esférico que, expresado en kilómetros, equivale a tres veces la masa del agujero negro expresada en masas solares y más allá del cuál ya no podrías evitar caer dentro del hoyo gravitatorio (p.ej.: si la masa de agujero negro es de 10 (diez) masas solares el radio de Schwarzschild es de 3 x 10 = 30 km, o una esfera imaginaria de 60 km de diámetro).
Si eres un experto piloto intergaláctico podrías esquivarlo accionando los motores de tu nave e imprimiéndole un impulso superior a la fuerza de atracción del hoyo negro; o bien podrías ubicarte en una órbita cercana estable (como lo hace la luna alrededor de la tierra), equilibrando con la fuerza centrífuga la atracción gravitacional del agujero negro, o, por último podrías simplemente dejarte “atrapar” por él precipitándote dentro del embudo gravitatorio.
Sergio D. Veterale
AP
1 comentario:
Gracias por participarme. Sergio
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