14 de abril de 2008

Un poeta que desconocía

Desde luego, tampoco tengo obligación de conocerlos a todos. Pero luego de haber participado tan activamente en la confección y redacción del Diccionario de Autores Argentinos que bancó Petrobrás Energía, S. A. en el 2007, me parece casi natural conocer a una buena parte (por no decir a la mayor parte) de los autores argentinos, teniendo en cuenta que el susodicho mataburros arranca con Martín del Barco Centenera, soldado español y mal poeta que, según consta en autos, fue el primero en referirse a estos territorios como tales en su poema fundacional "Romance elegíaco" y termina con los autores nacidos en 1979... En fin.
Pero al mejor cazador se le escapa la liebre y este poeta se nos escapó, por cierto. Culpa del coordinador del género poesía, pero mía también ya que sugerí gran cantidad de nombres que él tampoco había tenido en cuenta. La cosa es que Samuel Bossini, de él se trata, o Pablo Narral, seudónimo que según leo ha dejado ya de usar, es un poeta que vale la pena leer ya mismo. No se gasten en buscar en la red, no hay mucha data sobre él (por eso me excuso de poner links varios) y el poema que voy a postear a continuación es un inédito.
Sin embargo, como figura en el cuadernillo armado por Jorge Fondebrider para el curso de poesía argentina contemporánea del MALBA (del que nada dije aún en rumiante, pero que ya lo haré), me siento autorizada a compartirlo en este pequeño espacio curvílineo y desviado. El poema en cuestión es sencillamente impresionante. Juzguen por ustedes mismos. En cualquier caso, es el tipo de poesía que a mí más me llega, me cala, me dice, realmente, algo.

Palabras de adiós del guerrero

Te recuerdo cuando todo es no.
Cuando mi alma cierra con humo la imagen de la batalla.
El hábito de los Amantes separados es comer pez rasgado y rama helada.
El único riesgo de regresar de la muerte es retomar la vida con los mismos amores.
Mejor es cambiar las líneas de las manos con una daga y partir.
Existen horrendos combates entre los recuerdos del Alma y los recuerdos del Cuerpo.
En tus ojos una liebre se enreda en un pañuelo verde.
Lograr acariciar la cabeza de una mosca y esperar que acabe la tarde.
La melancolía llega como una unción ante el fracaso desmedido.
Nombrar es perder. Decir es ya fue.
Este veneno es un manojo de harina arrojada sobre los ojos de un perro.
Después de todo, tendrán razón los poetas: el miedo es ese desfile de minutos horrendos en
busca de todo aquello que no tocó el hastío.

de Mundo natural (inédito)

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