
Querido Papá Noel:
Desde acá, un pedacito al sur de la Tierra, dos escribientes por quincena se dirigen a vos para pedirte que esta vez no pases tan raudamente como de costumbre. O en todo caso, que lo hagas, pero no sin antes llevarte en tu bolsa algunas cosas y personas que quisiéramos ver desterradas para siempre.
No seas malito, y andá colmando tu gran saco rojo, a medida que lo vas vaciando de juguetes, con los mercaderes de la alegría obligatoria; con los imberbes desesperados que tiran cohetes, petardos y otros artifundios pirotécnicos tres semanas antes de las fiestas que así lo ameritan; con los que antes de las doce del 24 o del 31 ya están irremisiblemente beodos y tambaleantes; con los que insisten en interminables brindis mientras la concurrencia se aburre copa en mano y los líquidos —burbujeantes o no— se calientan sin remedio; con los niños que agitan estrellitas y bengalas a toda hora y en cualquier lugar, con riesgo de incendio o de Hospital Santa Lucía; con los impacientes —de toda edad— que no pueden esperar y tienen que abrir sus regalos ya; con los peleones infaltables que inician rencillas familiares en medio de la mesa navideña sacando a relucir odios y rencores de vieja data; con los que se quejan del calor, o de la falta de éste; con los que critican las viandas y manjares que con tanto esfuerzo otros han puesto sobre sus platos; con los que le sacan la fruta abrillantada al pan dulce —¿qué queda entonces?— y con los que insisten en romper las nueces entre las palmas de las manos o contra la mesada; con los que dicen y repiten —todos los años— “que este año se cumplan todos tus deseos”; con los que apuntan intencionalmente el corcho de la sidra o el champagne hacia la única soltera del lugar (que casi siempre es la misma); con las de improviso inaccesibles agencias de remises; con los sobrinos teenagers que a las 00.01 horas ya vuelan hacia el boliche; con los que creen que la Nochebuena, mágicamente, restaurará en un solo movimiento las piezas del disperso rompecabezas familiar. A todos ellos llevátelos a tu desconocido rincón del Ártico y dejalos ahí hasta que dentro de casi doce meses empiecen a escaparse...
Sabemos que te pedimos demasiado pero nos contentamos con que, de a poco, vayas teniendo en cuenta nuestros pedidos y puedas, gradualmente, ir satisfaciéndolos. Nosotros no podemos dejarte agua y pasto para los renos, porque ya los reservamos para los camellos de Melchor, Gaspar y Baltasar, pero te obsequiamos algunos textos que, esperamos, puedan servirte de compañía en esta noche tan tan pero tan larga.
Que haya luz, paz y poesía en el mundo.
Los editores
1 comentario:
hola me encantaria poder agregarte a mi blog lanavedelostorpes.blogspot.com
espero tu respuesta
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