15 de febrero de 2009

Domingo de divagaciones

Hoy estoy divagante, así que es probable que este post termine hablando de la nada misma o de todo el todo a la vez. Detesto justificarme cada vez que me aparto de las normas y límites que yo misma me he impuesto en cada uno de mis rinconcitos virtuales y sin embargo, siempre termino haciéndolo, pero ¿para qué? ¿para quién? No ha de ser para el amable público que simplemente quiere leer o que bien puede comenzar a leer y detenerse si lo que lee no es de su agrado. Ha de ser para el monstruo censor que llevo dentro, una especie de las más horrendas, un fiscalizador, un inquisidor, un tremebundo represor, en definitiva un verdadero y feo cuco.
Apuesto a que todos lo conocen. O por lo menos tienen referencias de él. ¿No han oído nunca esa vocecita cruel en su cabeza que les arruina -o intenta arruinarles- cualquier cosa buena que hayan hecho, cualquier cosa de la que estén medianamente orgullosos? Su chillido resuena siempre en los momentos en los que uno está mas distraído, más indefenso, más expuesto a caer en las redes de ese auténtico demonio devorador de almas. Resuena y en ocasiones no hay nada que se pueda hacer. No obstante, todos los conjuros son buenos y presumo que este post está oficiando de tal en estos momentos.
Es que sucede la insatisfacción satisfecha. Apuesto a que también conocen esa sensación. No se está ya en un pozo depresivo, en un abismo de hiel y negruras, por suerte. El hoyo y sus poemas desgarrados han quedado ya lejos. Se hacen cosas. Cosas buenas. Se comparten otras. Y sin embargo... Sin embargo, la insatisfacción rollingstoniana permanece. Hay, aún en momentos de plenitud, esa espina que sigue clavada y molestando, el pequeño garbanzo debajo de los siete colchones de la princesa que ¡oh, bendito! la incordia en su maravilloso sueño... Hay, aún con todos los avances (y los necesarios retrocesos), esquirlas del pasado que se niegan a disolverse en la abrumadora capacidad de cambio del presente. Hay, aún en medio de sol más prístino, esa nubecilla que amenaza derrumbarlo todo con su flotante paso. Eso es lo que me sucede hoy, domingo post-San Valentín.
Sacrifiqué la pileta y el poder curativo del agua por el malsano poder de las palabras. Desistí de mis propósitos estivales en pos de mis propósitos artísticos. Pero ¿qué he logrado? Nada. Mucho. Más o menos lo de siempre. ¿Lo de siempre, realmente? Y el monstruo acecha, enojadísimo porque no hablo de ninguna curva ni de ningún desvío, ni pongo imágenes ad hoc, ni me molesto en buscar información relacionada, ni procuro copiar poemas alusivos y para colmo continuo escribiendo de lo primero que se me viene a la cabeza, acaso el desvío y la desobediencia más grande.
Me dicen que escribo mucho cada vez que alguien lee este blog (y los demás también). ¿Por qué lo que para otros es mucho para mí es poco, es, más bien, nada? Me dicen que tengo buen ojo para combinar los colores cuando ven mis mandalas. ¿Por qué entonces desecho cualquier combinación inusitada y que no se ajuste a lo que yo 'creo' que es correcto? Me alaban la brevedad o la intensidad o la sensualidad de mis poemas. Y yo siempre pienso que nunca jamás serán como los de mis dioses poéticos (lo cual es sindudamente obvio), pero que tampoco serán nunca jamás como los que bullen y burbujean en mi cabeza antes de salir a la superficie del papel. A esto me refiero con insatisfacción satisfecha. A nunca conformarse, a nunca aceptar, a nunca ceder en lo que sí conviene ceder...
Dije que estaba divagante y así es. Podría ahora poner una imagen curva o un poema con curvas o cualquier otra cosa que cuadre con la filosofía que anima este blog ¿¿¿desde hace ya un año??? (recién acabo de percatarme que fue hacia fines de enero/principios de febrero del 2008 que lo fundé) y tranquilizar así al monstruo limitador, evitar que se soliviante y siga chillando absurdo y aburrido. Pero no lo haré porque sólo debemos, creo yo, hacer lo que nos tranquilice a nosotros mismos y no a los demás. Este monstruo, es claro, crece y se alimenta de todo lo peor de los demás y nos lo arroja contra nosotros mismos, haciéndonos creer que somos eso y no esto.
Esto. Un humano animal pensante hembra.

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