8 de abril de 2009

Una escalera, sus curvas, un fotográfo y el infinito

En este miércoles que se disfrazó de viernes, como bien sugirió uno de mis compañeros de trabajo, en lugar de recurrir a las Google alerts como pensaba voy a presentarles mejor a un fotográfo que descubrí anoche navegando por photo.net.
Se llama Damjan Voglar y en su deviant descubro que vive en Ljubljana (Eslovenia) y que le gusta Frank Zappa...! Con razón sentí una afinidad instantánea al ver las imágenes que voy a compartirles debajo.
Pensaba, al verlas, en el misterio que (me) suscitan las escaleras en caracol, por completo diferente del que pueden suscitar, si lo hacen, las escaleras, digamos, "rectas". Dijo un filósofo del siglo XX, acaso uno de los más lúcidos y de los menos difundidos y comprendidos, que la filosofía es como una escalera que sirve para llegar hasta un punto y luego hay que tirarla. Pero, me pregunto yo ahora, ¿cómo tirar una escalera caracol...? Una de esas escaleras que se enrollan sobre sí mismas, que dan vueltas sobre su eje, y que, como helicoides, dan vueltas y más vueltas sobre la nada y el infinito mismo? Esas escaleras que nos recuerdan la delicada orfebrería de nuestras orejas? Esas escaleras hechas a imitación, es claro, del caracol col col y su casita rodante a cuestas?
Tal vez las escaleras caracol vengan a recordarnos que hay algunas escaleras de las que no podemos prescindir, que sirven igualmente para elevarnos hasta un punto como las otras, pero de las que no podemos deshacernos, so pena de quedarnos varados, por siempre, en el vacío.
Esas escaleras, para mí, son la música, la poesía, la literatura. ¿Cuáles son las tuyas, amable y distante lector?
¡Felices Pascuas!



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