Uno de mis tantos propósitos (no declarados) para el 2010 era volver a los posteos diarios (o lo más daily posible) en Curvas y Desvíos. Pero, sinceramente, no me gusta para nada tener que retomar esta sana costumbre en un día como hoy. Pero, bis, ¿de qué otra cosa hablar?
Se murió Sandro. No hay nada más que decir. O sí, pero no parece tener demasiada importancia. ¿Qué podría decir que ya no se haya dicho sobre el Gitano? Y sí, es hora de que lo sepan: a pesar de mi pasado metalero (del cual estoy más que orgullosa) y de mi locura infinita por Frank Zappa (de la que estoy más orgullosa aún, si cabe), Sandro es uno de mis músicos favoritos. Lo escucho desde chica y desde chica también lo amo. Creo que si alguna vez hubiera ido a verlo a un recital, cosa que no he hecho y ahora me arrepiento, sin ninguna duda yo hubiera sido una de las tantas que le revoleaban las bombachas o el corpiño al escenario, como una gráfica muestra no sólo de amor y fanatismo sino de la terrible -inquietante, magnética, descontrolada- sensualidad que emanaba todo su ser.
Está bien: hace ya tiempo que estaba hecho pelota y que restaba muy poco de esa aura animal, salvaje, rebosante de feromonas y vaya uno a saber qué otros neurotrasmisores capaces de disparar las fantasías más arrebatadas en las entrepiernas de todas sus "nenas" (¡ay, Loli, qué hacemos ahora con tu cuento!). Ya no era el mismo, de acuerdo. Pero un cachito de esa animalidad subsistía aún en su mirada, en su voz, en su forma de cantar...
Recién estaba mirando un video, que les dejo más abajo, y pensaba: ¡qué hombre más lindo, qué hombre más hermoso...! El típico morocho argentino, de rasgos fuertes pero suaves a la vez, de piel tirante, de pelo en pecho...! ¿Queda algún macho -¡no hay palabra que lo describa mejor!- de esos todavía? ¿Hay alguno dando vueltas por ahí? ¿Un morocho recio, cantor, de gesto adusto y voz dulce...? En fin, por si no quedó claro: amo a Sandro y lo amé siempre, y me apenó mucho saber hoy que se había muerto.
Pero los artistas no mueren. Sólo se evapora su sustancia física, pero queda lo único que de veras importa, su obra. Quedan todas sus canciones, queda su voz grabada a fuego en miles de discos, casettes, cds y corazones. Quedan sus imágenes, sus palabras, sus pensamientos. Queda su incontenible humor. Queda viva por siempre esa aura tan magnífica, ese destello felino en la mirada, esa boca terrible, sensual y peligrosa, y quedan, a Dios gracias, las maravillosas letras de sus canciones, producto de su amigo y productor Oscar Anderle. Las letras de las canciones de Sandro son auténticos poemas, jamás tuve una sola duda al respecto. Si alguien la tiene, preste mucha atención a las sutiles, imaginativas y poderosas metáforas con que se alude al pubis femenino (y más aún, al vello púbico) en "Trigal", el video que les dejo para recordar a un grande, al más grande, a Sandro de América:
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