Este post es un regalo de una de las tantas listas literarias a las que estoy suscripta.
Entre toda la bazofia autobombística que suele pulular por allí, entre los poeñoños y los poetontos, entre los que se las dan de sabihondos y no saben ni el abecé, entre algunos mínimos destellos de buena literatura y de mucha menos buena poesía, a veces aparecen mensajes alentadores como éste, al menos en tanto portadores de alguna información. Útil o inútil no lo sé (tiendo a pensar con cada vez más frecuencia que too much information es inútil o superflua, pero no me molesta demasiado, en tanto comparte esas mismas cualidades con la poesía, que también es inútil o bien con el arte, lo más inútil de todo; lo mejor de todo, por tanto), pero al menos algo que no remita al ego de Fulano o Mengano o a la anodina autoreferencialidad de Fulanita o Menganita ni a los sobados conceptos de siempre ni a las idioteces más supinas como suele acontecer en estas agrupaciones virtuales.
Sigo considerando, excúsenme este breve excurso, volver a fundar y moderar una lista de poesía
by myself pero ello requiere un insumo de energía que en este momento no dispongo y que caso de disponer lo pondría al servicio de mi novela y de mi propia poesía. Sin embargo, no descarto que en algún momento me dedique nuevamente a ello. Pero como dije por algún lugar, ya no recuerdo cuál, esa lista tendrá tantas restricciones y tantas reglas a seguir que los falsos libertarios del ciberespacio (los que riman dolor con amor y sentimiento con pensamiento) no tardarán en llamarme dictadora y demás (veáse el post más reciente de mi
nuevo rumiante). Abolido el principio de autoridad... ¿qué queda?
Al menos queda el síndrome Stendhal. Todavía hay belleza ante la que desfallecer aunque en días como el de hoy se haga un tanto más díficil que de ordinario percibirla. Pero a veces basta, como hoy, abrir los ojos y elevar un poco, sólo un poco, la mirada. El cielo siempre está ahí y nunca, jamás, digan lo que digan, es, fue ni será azul. Es cielo. Y es bello hasta el desmayo o el tremor.
Ah! Y como dijo una vez en clase Miguel Dalmaroni: La cartuja de Parma es una novela que hay que leer antes de morirse. Yo ya leí Rojo y negro... por las dudas, dejo La cartuja para más adelante.
El síndrome Stendhal
El síndrome de Stendhal es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a una sobredosis de belleza artística, pinturas y obras maestras del arte.
Tiene esta denominación por el famoso autor francés del siglo XIX Stendhal (seudónimo de Henri-Marie Beyle), quien dio una primera descripción detallada del fenómeno que experimentó en su visita en 1817 a la Basílica de Santa Cruz en Florencia, Italia, y que publicó en su libro Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio.
Aunque ha habido muchos casos de gente que sufría vértigos y desvanecimientos mientras visitaba el arte en Florencia, especialmente en la Galleria degli Uffizi desde el principio del siglo XIX en adelante, no fue descrito como un síndrome hasta 1979, cuando la psiquiatra italiana Graziella Magherini observó y describió más de 100 casos similares entre turistas y visitantes en Florencia, la cuna del Renacimiento, y escribió acerca de él.
El síndrome de Stendhal, más allá de su incidencia clínica como enfermedad psicosomática, se ha convertido en un referente de la reacción romántica ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico.
Tomado de la wikipedia y reproducido en la lista "Factor Serpiente".
AP
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