8 de abril de 2008

El espacio-tiempo es curvo, je

La magia de Internet hace posible, como antes la magia de la televisión, que las materias que en el colegio solían parecerme solemnemente aburridas e inoperantes, tediosas, fastidiosas, inútiles y deleznables, ahora se vuelvan medianamente interesantes y hasta atractivas, sólo porque responden a las key words de este blog o porque, quizá, es que definitivamente estoy growing old y comprendiendo que cuantas más cosas sepa y domine un escritor, más allá de su métier básico y exclusivo, más herramientas tendrá con qué defenderse no sólo en el papel -o en el blog o en quién sabe qué próximo artifundio tecnólogico- sino en la vida también.
Así que aquí les traigo un fragmento, breve, brevísimo, acerca de la teoría de la relatividad y de los descubrimientos del bueno de Albert Eistein, quien maltrataba un poquito a su esposa, al menos le decía cosas bastante feas en sus cartas, según leí hace algunos años. Los genios siempre son complicados. ¿Será por eso que sigo soltera?

"En 1915, Albert Einstein formuló la teoría de la Relatividad General, así llamada porque generalizó la Teoría Especial para incluir los efectos de la gravitación. Con esta teoría sacudió nuevamente los fundamentos de la física clásica. Según el postulado más revolucionario de la Relatividad General, el espacio en el que vivimos es curvo y la gravitación es la manifestación de esta curvatura.
Un ejemplo de espacio curvo es la superficie de la Tierra; es un espacio de dos dimensiones, en el sentido de que la posición de un punto en él se describe por medio de dos coordenadas: la longitud y la latitud (Figura 26). Para comprender las implicaciones geométricas de la curvatura, imaginemos un geómetra que decide comprobar en la práctica algunos de los postulados fundamentales de la geometría clásica: por ejemplo, el de que dos rectas que se cruzan en un punto no se vuelven a cruzar (Figura 27). Supongamos que, para ello, se pasa días y noches trazando rectas sobre el papel, tratando de encontrar un par de ellas que se crucen en dos o más puntos. La búsqueda resulta vana, pero, lejos de darse por vencido, el geómetra decide hacer sus comprobaciones a gran escala, trazando rectas de varios miles de kilómetros. El primer problema al que se enfrenta es el de precisar el concepto de "recta" a una escala tan grande. Siendo la Tierra redonda, una "recta" trazada sobre su superficie necesariamente es una curva y ese efecto se hace notable mientras más grandes son los tamaños considerados. Pero el problema tiene una solución muy simple: se define una "recta" como la distancia más corta entre dos puntos. Volviendo a nuestro geómetra, supongamos que traza dos "rectas" de varios miles de kilómetros que originalmente se cruzan en un punto. Esas dos rectas son en realidad segmentos de círculos y se volverán a cruzar en el otro lado de la Tierra (Figura 28). Lo mismo sucederá con otros postulados de la geometría clásica (por un punto dado sólo pasa una recta paralela a otra recta dada; dos rectas paralelas entre sí nunca se cruzan; los tres ángulos de un triángulo suman siempre 180 grados; etc.). Estos postulados son válidos a escalas pequeñas, pero nuestro geómetra comprobará que dejan de aplicarse a escalas comparables con el diámetro de la Tierra. De hecho, el geómetra habrá descubierto la curvatura de la Tierra."

El artículo completo, con las figuras que se citan en el fragmento y que yo no reproduzco, pueden chequearlo aquí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A.P.
Me permito resumir algunas ideas de varios de sus post aquí, pero no sólo de post de aquí (creo).
Prometo extenderme en breve acerca de que el cielo no es azul ni celeste ni nada (total no creo que ningún poeñoño navegue por estos "mares". Definitivamente, al estilo de un Einstein del subdesarrollo, afirmo aquí que nada tiene color, ni el cielo. Esto habría que debatirlo con los perros o ciertos insectos que son daltónicos (o casi todos, ya se me escapa eso) o que ven sólo un color; o como los mosquitos que "ven" el calor; razón más que sobrada para que puedan hacernos presa en plena oscuridad. Esto muy a pesar de la física, que nada sabe de patologías. Difícil es concebir que también la luz se “curva” en el espacio cósmico, como entender que esta no se “ve” por esos parajes que no conocemos; salvo, claro está, cuando “choca” con un astro, un astronauta o cualquier persona o cosa que por allí deambule (como el Capitán Beto).
Aquí me vienen otros post a la mente. A partir de “La vida curva” de Lizano, di con “La conquista de la inocencia”. Una de las cosas que recordé inmediatamente, fue cuando mi hijo, aun pequeño, pintaba los cielos “verdes”. Nunca lo corregí. Ahora ya los pinta celestes, desafortunadamente. De nada vale ya hacerle aclaraciones al respecto si no es por medio de la poesía. Intento eso, creo que es el único camino posible de transitar para “recomponer” la realidad tal cual es, como la de los niños.
Y un último comentario a las rectas y la curvatura terrestre. Créase o no, hipotéticamente claro está, si un disparo de revolver, pistola o lo que quieran que dispare balas, se intenta efectuar en línea recta, esta cae a tierra en una distancia determinada por el “alcance” del arma en cuestión; o sea que la bala describe una trayectoria curva. Lo que en pocas cabezotas entrará es que, si no existiese una atmósfera llena de gas (aire), polvo, humedad, etc. (ya volveré otro día a “encontrar” la explicación al “color” del cielo por este mismo motivo) no se produciría otro fenómeno físico: la pérdida de energía por efecto del rozamiento. Si esta desafortunada aunque imposible situación, nuestro tirador se quedara la suficiente cantidad de tiempo en el lugar del tiro, la bala terminaría impactando en su espalda. La bala pues, describiría una trayectoria tan “recta” como toda la curvatura de la tierra (ah! ¿Sabían que la tierra no es una esfera?).
A.P. Muy interesante el post. Me alegra que desee “nutrirse” de otros padres. Gracias por recordarnos que la vida es curva, que las balas y las armar rectas, matan a los niños, que le existencia y el pensamiento rectos matan la reflexión, que la escritura recta y los cielos celestes, matan al acto creativo “intelectualmente” concebido que llamamos arte.
Allá va el Capitán Beto, sobre una curva que jamás le permitirá volver a la tierra.

Anónimo dijo...

¡Allá va el Capitán Beto! Algo que no quise sumar y ahora sí.
Se me ocurre que los poetas somos (y me incluyo gratis) como astronautas lanzados al espacio cósmico; vagamundos como el polvo cósmico, como astronauta que no pudo retener(se a) su nave. Nada hay en ese “vacío” a qué sujetarse. Posiblemente la única cuerda con la que contemos sea la literatura.

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