7 de julio de 2009

¡Agarrate, Catalina! o Las curvas motorizadas

El posteo de hoy puede resultarle extraño a muchos, sobre todo a aquellos que no me conocen personalmente y no saben, entonces, que una de las cosas que más me ha gustado siempre son los autos. Paradoja extrema es, sin embargo, que a pesar de haber nacido en una familia desde siempre dedicada a ellos (padre, abuelo, tíos, primos, etc. gomeros), yo, con mi rebelde way of life no sepa manejar. Y cada vez que pienso que cuando era pequeña nada me gustaba más que aferrar el volante (¿a qué me aferraré tanto ahora, eh?), sentarme en el asiento del conductor, tocar la bocina, apretar el botoncito que hacía salir agua del parabrisas del Fitito, maniobrar como si estuviera manejando y hasta subir por las ventanillas al mejor estilo Dukes de Hazard (una de mis series favoritas, obvio), me digo que seguramente algo no está bien en mí y que sin duda alguna debo tratarlo en terapia. Pero tantas cosas se interponen siempre que al final lo voy dejando, lo voy dejando y heme aquí, fanática de los autos, pero sin saber manejarlos (¿quizás del otro lado haya algún voluntarioso caballero que quiera enseñarme los secretos de la palanca de cambios? Ejem...).
Toda esta introducción (o "calentando motores") viene a cuento de una noticia que me llegó, cómo no, a través de las alertas googletianas. Resulta que un científico de una universidad estadounidense (¡cuándo no!) realizó un estudio de las "personalidades" de los autos según su diseño. Aquí podrán leer la nota completa: yo sólo quiero decir que este señor descubrió, entre nos, el agua tibia, porque todos sabemos que los autos tienen su propia personalidad (además de denotar claramente la personalidad de sus dueños, of course) y yo siempre creí que los faros delanteros eran sus ojos y las parrillas sus bocas... De eso no me cabió jamás ni una duda.
Y entonces, tras leer esta nota, comprendí que siempre me gustaron los autos netamente masculinos: grandes, poderosos, con mirada y perfil desafiante. Sólo para citar tres, la santa trinidad automovílistica argentina para mí sería: la Torino W380, el Dodge Polara GTX y la Chevy SS. Todos coupé, DESDE LUEGO. Un auto que se precie de tal sólo puede ser una coupé. A esa maravillosa lista, le podemos agregar la Fiat coupé 1500 y el Ford Mustang GT, y ya tendríamos "cinco coches que quisiera tener en mi garage" como nos ofrece uno de los tantos applets de Facebook. Pero vuelvo a mi apreciación inicial, la de que me gustan los autos viriles, esos que cuando acelerás tiembla el mundo, que están siempre impecables, que adentro huelen al cuero de sus tapizados y que se llevan de maravillas con la música que más me gusta (después de Zappa), que es el metal...
Ahora que lo pienso, este post puede ser también una especie de saludo pre-cumpleaños para mi señor padre, quien, cuando yo era más niña que ahora (ji ji) poseyó -nunca mejor aplicado un verbo- uno o varios de cada uno de los coches mencionados. Para los fanáticos de los fierros también, van fotitos y enlaces de todas estas bestias urbanas:












3 comentarios:

erker dijo...

amo esos autos...quiero morir abordo de un chevy serie 2!!! te invito a http://ginebrabase.blogspot.com

Analía Pinto dijo...

gracias, lindo, por pasar, leer y comentar!! las chevys son lo más!! te sigo en la ginebreada, besotesssss

AP

LA GORDA dijo...

El vecino de enfrente tiene un daihatsu cuore 81 y obviamente es medio puto.

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