Hace exactamente un mes que he posteado aquí por última vez. Se suponía que este año iba a retomar la sana costumbre de postear a diario aquí. Se suponía que el viernes no iba a llover (no importa qué dijera el santísimo Servicio Meteorológico Nacional), se suponía que el sábado iba a estar lindo y me iba a juntar con las chicas, que después iba a ir al teatro, se suponía que... Ya ven, en apenas dos días se suponían tantas cosas que no es de extrañar que mi buen propósito de postear nuevamente a diario se desbarrancara completamente una vez más. Pero no. Dije por algún lado que la misión del poeta, si alguna tiene o tuviere, es insistir, como procuro hacerlo patente en este poema que me han publicado aquí y aquí.
Así pues, insisto. Insisto con las curvas. Y pronto insistiré con un nuevo blog, ¡oh, sí! ¿Acaso creían que me iba a quedar quieta...? Imposible. Ya les contaré de qué se trata. A decir verdad quiero retomar los posteos en todos mis sucuchitos, pero eso parece aún un deseo harto complicado. No es sólo el tiempo el tirano, también lo es el freakin' inconsciente y el huidizo deseo y... pero con eso ya basta. Se entiende lo que quiero decir, creo: uno tiene el deseo de hacer algo, procura hacerlo, se entusiasma, pone gran empeño y después... pifffff, el globo del deseo se pincha, uno se desanima, se encuentran cada vez más rápidamente más excusas para dejar de lado eso que tanta alegría nos brindó y una vez más nos ha ganado el desaliento, la desconfianza y el temor. Feos cucos esos: desaliento, desconfianza, temor. Hay que huir de ellos. Y una forma es perseverando, insistiendo con aquello que uno quería hacer. Es así que planeo (pero cuánto temo que no podré llevarlo a cabo, que seguramente encontraré cómo zafar de esto una vez más) retomar todos mis rinconcitos virtuales abandonados por mi pereza y mi desidia (¡feos cucos esos también!) y ver si de ese modo las musas también retornan a mí (porque andan lejos, muy lejos...).
Entonces. Curvas. La curva del tiempo. Ha pasado un mes, dije, desde que posteé por última vez aquí. Parece que hubiera sido hace un siglo ya. ¿Y qué cambió entremedio para percibirlo de ese modo? ¿Es sólo porque volví a trabajar, porque las rutinas usuales volvieron a instalarse? Quizás. Pero quizás también sea algo más profundo. Este año (que es el año del Tigre, es decir, MI año) parezco estar especialmente reacia a caer en las rutinas consabidas. Son pocas las rutinas de antaño que quiero conservar y son muchas las que quiero instaurar de modo tal que no parezcan rutinas si no más bien rituales de celebración y encuentro. Ando en búsqueda de nuevos horizontes, en todos los sentidos. Supongo que el aire (y la experiencia) salteños tiene mucho que ver con esto.
Pero hablabámos del tiempo. Del tiempo que pasa y deja su huella. O del tiempo que puede ser tan diferentemente percibido, incluso para la misma persona. Pero también, como en el caso del link que les comparto a continuación de lo distinto que puede ser el tiempo, como bien lo plantea el autor del posteo, para el que va en ese tren amarillo y verde, para el paseante que iba por allí distraído y para quien tomó la fotografía. ¿Es posible pensar que ninguno de los tres tiene las mismas referencias del momento evocado por la foto? ¿Cómo conjugar esas tres experiencias tan disímiles? Sí, ya sé, qué hago acá escribiendo todo esto en vez de dedicarme a la filosofía, ¿no? (y no vayan a creer, alguna vez consideré estudiar Filosofía, sí, señor...).
No se pierdan la foto y los comentarios, están muy buenos. Pueden verlos aquí.
(Plegaria para cerrar este posteo: Quiera el deseo -y mi inconsciente, que siempre va un paso adelante- que volver a postear diariamente en Curvas sea una de esas bellas rutinas-rituales que quiero conservar a lo largo de este 2010-año del Tigre...).
1 comentario:
Este sentimiento resulta ciertamente auspiciante; hay nuevas posibilidades de expresión que encuentran su forma en el espíritu cófrade de la autora.
Veo la foto, practico el ejercicio, no sé qué me sugiere... Yo también he tomado una foto como esa, yo sólo me veo en la mitad del camino, como con casi todo, es la forma en la que veo los días de la vida, y ahora sé que no está tan mal.
Sólo veo la parte audaz del asunto, la que concluye que estás en camino, la que estimula a seguir, siempre a seguir.
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