5 de enero de 2010

¿Dejaron los zapatitos?


Todavía conmocionada por la desaparición física de Sandro, igualmente quería venir y dejar una pequeña reflexión acerca de la noche de hoy. 
Es la noche en que todos, grandes y chicos, deberíamos dejar nuestros zapatos en un rincón escogido de la casa ya que vendrán los Reyes Magos. ¡Y no hay que olvidarse del agua y el pasto para los camellos...! Comentando jocosamente  esto mismo en el trabajo, nos dimos cuenta de que la tradición no indica que se les deje nada a los pobres reyes... ¿Es que ellos no vienen también cansados del fugaz y fantasmágorico desierto? ¿Es que no van a tener hambre o sed por ser reyes o por ser magos u sabihondos hombres de ciencia y misterio? ¿Por qué no dejamos nada para ellos, ya que estamos? Un pequeño refrigerio, alguna bebida espumante, por qué no, o el pedacito de budín o pan dulce que sobró de las fiestas pasadas aunque sea... ¡Justicia para los Reyes Magos! ¡Ellos también merecen su porción! ¿O acaso vamos a creer que se alimentan del oro, la mirra y el incienso que le trajeron al Niño Jesús? No, señor... ¡eran hombres como cualesquiera otros...! 
Pero nunca dejo de pensar en la ternura que implicaba el gesto de dejar el balde con agua y un poco de pasto a un costado de los zapatos, junto con la carta que declaraba puntillosamente no sólo lo bien que me había portado el año anterior sino lo que deseaba que los susodichos reyes me trajeran. ¡Con qué afán, denuedo y cuidado seleccionaba el mejor pasto para esos imaginarios e improbables camellos que vendrían, seguramente, volando por los cielos! (¿Quién dijo que los camellos no vuelan? Nos engañan con esas cómicas jorobas...). ¡Con qué preocupación juntaba el agua en el mejor balde de la casa para esos igualmente maravillosos e improbabilísimos camellos! Y lo mejor de todo: ¡con qué ilusión me iba a dormir esa noche! Y todo porque estaba absolutamente convencida de que al día siguiente el balde iba a estar vacío, del pasto iban a quedar apenas una o dos briznas y los zapatos iban a estar rebosantes de regalos, regalos que ya no importaba si concordaban con los de la carta o no...! No sé si alguna vez volví a estar tan segura y convencida de algo en toda mi vida.
Lo cierto es que, en momentos como los actuales, me encantaría recuperar tan siquiera una pizca de esa seguridad, esa bravura incontestable de la inocencia plena. 

1 comentario:

Eowyn dijo...

Siempre me coparon los Reyes :) O Wise Men como le dicen en Inglés. Pero mejor mágicos que sabios, no?

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