24 de marzo de 2010

La ausencia visible

La verdad es que estoy cada vez más lejos de la coyuntura política y de todos los males que en ese sentido nos acechan. Permanezco voluntariamente desinformada frente al caudal obsceno de información (de información mala y deformada aposta) que nos invade día tras día. Me importan un bledo los requiebros de los ancianos más severos (gracias Catulo) y el uso de las reservas y la última burrada de la presidenta o cualquier otra cosa que implique volver mis ojos hacia ese circo lamentable y patético que es nuestra política. Lamentable y patético casi suenan como elogios porque son algo todavía peor, pero no encuentro otras palabras y tampoco me quiero fatigar en buscarlas. 
Es feriado, es 24 de marzo, es ese día horrible que antes no se recordaba con el estruendo con que se recuerda ahora. No me interesa entrar en la estéril polémica de si sirve o no sirve o de qué sentido tiene recordar con tanta saña algo que no parece tener fin. Digo que no parece, error: que no tiene fin. Y que no lo tiene porque una enorme cantidad de gente no ha podido, por el maléfico designio de otros, llevar a cabo su duelo. No sé si existe pena peor. Creo que no. 
Pero no es mi estilo ni mi deseo entrar en tales cuestiones. Dije que permanezco al margen de estos vaivenes y así es. Me cansé de entrar a Facebook y encontrar muros y mensajes dedicados a esto y fotos ausentes y panfletos, pancartas y otras tantas demostraciones vacuas, puro sonido, puro estertor, pero ninguna profundidad sincera, ningún acto que, por pequeño que sea, reivindique de algún modo tanta injusticia. Nunca me verán en una marcha, nunca me verán enarbolando otra bandera que no sea la del lenguaje y la poesía. Y para todos esos imberbes que le reclaman al poeta lo que no le tienen que reclamar, y que suponen que todos los que escribimos debemos ser como el Che Guevara y otras sandeces por el estilo, sería bueno que supieran, que se enteraran de una vez por todas, que en la raíz etimológica de la palabra "poesía" está contenida ya toda la acción posible. En griego, 'poieo' quiere decir "hacer, hacer con palabras" y eso es lo que el poeta debe hacer. Escribir. Escribir más. Y seguir escribiendo. No necesita empuñar un arma ni voltear un gobierno. 
Pero si quiere hacerlo, allá él. No faltan ejemplos en nuestra literatura. Y ejemplos célebres, ilustres, maravillosos escritores que no dudaron en salir a luchar con algo más que una máquina de escribir o un papel. No hace falta ya a esta altura que los nombre. Y yo hoy quiero insistir, quiero repetir algo que ya hice otro 24 de marzo, porque sigo advirtiendo que nadie o casi nadie conoce a este poeta que la dictadura desapareció así, sin más, sólo porque militaba o porque escribía o porque era genial o por todo eso junto y más. Quiero, en este feriado que siempre será ambivalente y raro, volver a recordar a Miguel Ángel Bustos, un poeta tan cruel como tierno, un hombre fascinante, una luz que sigue encendida a pesar de tanta oscuridad reinante. 
Si el siguiente poema no los conmueve, no sé entonces de qué planeta vienen: 

ME AFIRMO EN LA TIERRA

Un día seré la ausencia visible de Miguel Ángel
luego mi olvido.
La marca de un pie desnudo sobre el agua.
Un gesto
una espalda.
Pero hoy tengo una médula de fuego.
Una piel extensa multiplicada en mi garganta.
Un puño joven
en el centro de mis huesos
apretándose muy hondo.
En luz
mi frente y mis dedos
como arterias hincadas
en el calor de la tierra dura.

Miguel Ángel Bustos
Corazón de piel afuera (1959).

Para seguir leyendo más sobre Bustos: 




1 comentario:

Anónimo dijo...

Amo en los artistas esta capacidad de esgrimir sin frenos una sinceridad tal, que dicha con particular simpleza, hasta aparenta ser autocrítica.
A quienes se marginan voluntariamente de la pirotecnia mediática vigente.
A los que solo quieren mirar hacia adelante, en busca de un devenir promisorio, alejado de rencores ajenos.
No soporto esa suerte de imposición verbal, invocando irresponsablemente a un unilateralmente llamado "compromiso", echando mano a frases reiteradas hasta el hartazgo.
Estoy harto de los provocadores profesionales, que dicen que si hacés esto sos aquello, o si te guardas en tu casa sos esto otro.
Creo en la poesía, en la poesía sincera escrita con el alma, lejana del griterío denunciante, ampuloso pero cobarde.
Creo en sitios como este, distante de la cloaca de paranoicos que denuncian y blasfeman desde el ciberespacio.
Hace falta más coraje para reconocerse como poeta, que para enarbolar desconocidas banderas y salir a imponer el revanchismo hipócrita.
Creo en los creadores, que, desde la sencillez aparente de sus palabras, apuntan discretamente hacia días calmos.

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